El hallazgo que ha conmovido profundamente
a la gente de ciencia revela que una de las osamentas es de mujer y que de acuerdo a la documentación
encontrada junto a ésta, proviene de las frías islas del norte de Europa. Pero
lo más sorprendente es que en el mismo lugar se ha encontrado un cuarto nicho con restos de un humano proveniente de Sur América,
a decir por los signos de su escritura. Es un hombre de huesos anchos y de
baja estatura. Su ADN corresponde en un 96% con los descendientes de los Incas
en la tierra de lo que hoy es Perú.
De acuerdo a los pergaminos encontrados junto a cada una de
las osamentas, la mujer celta partió del norte de la región que hoy se nombra
como Irlanda. Aunque el pergamino no lo precisa se cree que dejó su tribu
después de un ritual realizado en el otoño donde celebraban la cosecha y la
noche de la liberación de los espíritus. Desembarcó en la tierra de los galos.
Allí, en la parcela donde siglos más
tarde se construyó la catedral de Chartres, contactó la divinidad en compañía
de un druída, de quien recibió orientación de continuar su camino hacia el sur.
Tomó un navío en el puerto de los
venecianos que la condujo a la tierra
ocupada por los descendientes de Abraham.
El único mago de verdad fue el originario del territorio de
los indis. Era un sabio estudioso de los astros. Desde hacía años estaba siguiendo el
rastro de un cometa de cola larga ubicado entre
la constelación de Sagitario y la de Capricornio. Cada año el cometa liberaba
múltiples luces que cruzaban el cielo en todas las direcciones, pero teniendo
como radiante el centro de esos grupos de estrellas. Se puso en marcha hacia
occidente porque una de esas noches la cola del planeta concentró toda la
luminosidad posible y se inclinó a occidente encendiendo de forma intermitente sus luces con
un ritmo inusual. Dejó su tierra y su casa y montado en un elefante cargó con
sus pergaminos llenos de anotaciones y coordenadas.
Mientras que en una montaña muy lejana de allende los mares,
un sacerdote inca contemplaba noche tras noche el movimiento de las astros.
Había estudiado detalladamente una agrupación de estrellas y nebulosas que
atravesaba todo el cielo como si fueran una leche derramada en una alfombra
negra. Había observado puntos oscuros y luminosos que se alternaban por épocas
y que tenían relación con fenómenos en las corrientes del mar. Desde hacía
semanas sentía una gran inquietud de dejar su montaña sagrada para emprender
una búsqueda que le diera explicación a una imperceptible transformación (para ojos legos) en la galaxia que le hacía perder horas de sueño. Atravesó las altas cumbres
y llegó hasta el mar, tal y como habían hecho sus antepasados sacerdotes que en
noches de aguas tranquilas miraban las estrellas reflejadas. No
observó nada inusual en el mar pero algo lo invitaba a tomar un embarcación y navegar por las aguas azules.
Mientras, la mujer celta que por varias semanas había surcado el Mediterráneo en un barco mercante que había partido de Venecia, desembarcó en las costas de la tierra de Palestina. Por su parte así lo hizo el hombre masai que venía en su camello desde Egipto. Se encontraron ambos en la franja de Gaza. Allí sus ojos, mentes y corazones se atrajeron porque buscaban lo mismo. Se subieron al camello y siguieron hacia el norte guiados por la estrella polar situada muy cerca de la Osa Mayor. La mujer que había sido guiada por su intuición, que no era más que la divinidad dentro de ella, se colocó en la parte delantera del camello. Muchas grutas y cuevas fueron encontrando en el camino, las hay a montones en esas tierras de medio oriente.
Así pasaron días de trayecto hasta que una noche decidieron observar
detenidamente el cometa de cola larga y brillante que habían avistado las
noches anteriores. Se desmontaron del camello para poder explorar el terreno
con más dedicación. En ésas estaban cuando vieron acercarse un elefante. La mujer celta se asustó, ya que
nunca había visto algo semejante. El masai la calmó y se quedaron tras una roca
observando los nuevos tunantes. Los vieron estudiando el cielo, así que
sospecharon que al igual que ellos buscaban algo en los alrededores.
¡Inocente Mariposa!