Juan
Masiá, sacerdote jesuita y profesor de bioética en Japón habla de la asignatura
pendiente, a saber: “proponer sin imponer, despenalizar sin fomentar,
cuestionar sin condenar, concienciar sin excomulgar”. Sus planteamientos pudieran arrojar luz para
ordenar y hacer más racional este malentendido debate que ha devenido en posiciones
tan radicales que exceden lo sensato. “Ningún gobierno tiene derecho a
arrogarse el monopolio de la democracia. Ninguna iglesia o confesión religiosa
tiene derecho a detentar el monopolio de la moral”, dice Masiá. Su alternativa es mediadora
y propone, para fines de discusión, articularla alrededor de las
siguientes reglas que reproduzco de
forma resumida:
1) Evitar el dilema entre pro-life y pro-choice. Posturas opuestas pueden
coincidir en que el aborto no es deseable, ni aconsejable; hay que unir fuerzas
para desarraigar sus causas.
3) No ideologizar el debate. Evitar agresividad contra cualquiera de las partes, no hacer bandera de esta polémica por razones políticas o religiosas y no arrojarse mutuamente a la cabeza etiquetas descalificadoras ni excomuniones anacrónicas.
5) Acompañar personas antes de juzgar casos. Ni las religiones deberían monopolizar la moral y sancionarla con condenas, ni las presuntas posturas defensoras de la mujer deberían jugar demagógicamente con la apelación a derechos ilimitados de ésta para decidir sobre su cuerpo.
6) Comprender la vida naciente como proceso. La vida naciente en sus primeras fases no está plenamente constituida como para exigir el tratamiento correspondiente al estatuto personal, pero eso no significa que pueda considerarse el feto como mera parte del cuerpo materno, ni como realidad parásita alojada en él.
8) Afrontar los problemas psicológicos de los abortos traumáticos. Es importante prestar asistencia psicológica y social a quienes su toma de decisión dejó cicatrices que necesitan sanación.
9) Cuestionar el cambio de mentalidad cultural en torno al aborto. Repensar el cambio que supone el ambiente favorable a la permisividad del aborto y el daño que eso hace a nuestras culturas y sociedades.
Ojalá que tanto los políticos, diputados, senadores, eclesiásticos como la ciudadanía en general puedan dialogar y debatir este tópico con cordura y altura. Ojalá que la relevancia y seriedad del tema del aborto contribuya a iluminar, comprender, acometer y buscar soluciones a las condiciones que rodean, anteceden y suceden a esta engorrosa situación humana.
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