Cazador cazado
Cuando sintió el arma tan cerca de ella, largó un chisguete de vómito que bañó la lustrosa pistola, incluida la mano del delincuente. Le sorprendió el desvanecimiento súbito de su atacante, ya que segundos antes lucía con beligerancia el arma de fuego con la cual le había apuntado al vientre. Hizo conciencia entonces de la violación de que fue víctima y las náuseas que en adelante le causaban los hombres portadores de armas de fuego. Nunca imaginó que un asqueroso vómito sería la más contundente bala para paralizar a un quisquilloso macho.
El Misterio de la Sinfonía
Se embriagó una y otra vez degustando esa grandiosa sinfonía: la entrada de los chelos,
el canturreo del fagot, el estruendo de los trombones y la melodía del tercer movimiento que le llenaba de nostalgia y hacía mimos a su
corazón. Disfrutó anticipando el canto de hermandad y alegría. Durante nueve días, una y otra vez la escuchó sin parar en los trayectos de su vehículo. Mientras, las restantes ocho sinfonías reposaban silenciosas en la cajita. Al fin se dispuso a sacar del
aparato la novena para escuchar la quinta. En efecto tomó la novena y la
colocó junto a sus compañeras. Asió cuidadosamente la quinta y la introdujo en
la disquetera, pero fue rechazada como si fuera un cd pirateado. Repitió la acción nueve veces sin éxito. Se aseguró de haber colocado el disco adecuadamente. Chequeó si había oprimido correctamente
el botón. Todo estaba en orden, mas, ¿por qué no podía poner a sonar
la quinta según su decisión? Se hastió y con
impotencia encendió la radio FM. Nunca pudo explicarse lo que
sucedió, ya que al día siguiente todo funcionó normalmente. Especuló sin
embargo: ¿se resistía el cd player a un cambio brusco de sinfonía? O, ¿estuvo resentida la quinta al escuchar durante nueve días consecutivos y en
todos los caminos que hizo el vehículo, la inmortal e imperecedera novena sinfonía de
Beethoven?
Chivo expiatorio
Por
las mustias florecillas blancas que
reposaban en el capote del carro de su esposo, se dio cuenta que
había visitado de nuevo a esa mujer canosa. A seguidas
subió al vehículo y lo condujo hasta una estación de combustible. Compró
gasoil y se dirigió a la casa de esa mujer. Desde lejos divisó el
roble repleto de volátiles flores. Detuvo su carro junto a la calzada y
enchumbó con gas el tronco y las raíces del inocente
árbol.
Falso te amo
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