Los maestros orientales recomiendan la
meditación para aquietar el alma. Sugieren dejar pasar los pensamientos y sentimientos, sin
darles cabida, pero tampoco rechazarlos, sencillamente verlos y despedirlos con
tranquilidad.
Vivimos una época de exceso de
estímulos y actividades, sin embargo muchos niños y jóvenes se quejan de que están aburridos.
Y lo peor es que culpan a los mayores
por ello y éstos se sienten mal porque implícitamente los están acusando de falta de creatividad o de carencia de dinero para proporcionarles diversión.
Ciertamente en esta época deberíamos aburrirnos menos que
antes, pero el aburrimiento no depende de factores externos sino del tedio y sin sentido de la vida propia. Existe la creencia de que
cualquier huequito libre es preciso llenarlo de emoción. Bertrand Russell,
premio Nóbel en el 1953 ya planteó en ese tiempo el miedo al
aburrimiento, según él para exorcizar este miedo la gente se llena de mecanismos
excitantes. Dice que "el exceso de excitación no solo perjudica la salud sino
que embota el paladar para todo tipo de placeres, sustituyendo las
satisfacciones orgánicas profundas por meras titilaciones, la sabiduría por la
maña y la belleza por las sorpresas picantes". Pero también afirma que demasiado poca excitación puede provocar ansias morbosas.
La sensación de aburrimiento podría ser constructiva si nos permitimos incubar ideas y madurarlas, reflexionar sobre asuntos aparentemente intrascendentes, inventar. Tantos niños del pasado realizaban inventos y diversiones a su medida y estilo, a causa del ocio. El aburrimiento constructivo podría dar lugar a ricas conversaciones, a la
preparación de deliciosos platos, al disfrute de maravillosos mundos
imaginarios, a la degustación de jugosas lecturas y muchos otros proyectos.El miedo a aburrirnos nos lleva a buscar
continuamente el consumo de actividades que terminan desgastando nuestros
sentidos. Russell hace un llamado a la vida de la tierra, a su ritmo, a sus
estaciones.
No hay que preocuparse de estar aburrido
siempre y cuando este sea un estado transitorio. Sin embargo el constante aburrimiento es síntoma de una
vida vacía. La constante excitación puede dejarnos
exánimes. La felicidad se parece más a la alegría que
conjuga los sentidos en las experiencias que la vida nos
va brindando. Esta alegría casi siempre es serena, tiene relación con vivencias sencillas e íntimas y deja una larga estela que perdura. La excitación puede ser
explosivamente pasajera. El aburrimiento constructivo puede ser serenamente alegre, es el profundo disfrute del solo ser.
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