domingo, 16 de marzo de 2014

Un día de éstos

Una mañana de éstas aparece en el cielo una luna gigante que te ayuda a prescindir de la luz eléctrica y a dar un paseo por el jardín muy de madrugada sin tropezar. Escuchas  un pajarito cantor que te recuerda que vamos al encuentro del sol, aunque la noche todavía se muestre testaruda, pero las aves no se equivocan.
Una mañana de éstas te despiertas y te das cuenta que el sol nos encuentra más temprano  y que no tienes que encender  las luces para desayunar, aunque todavía sí para maquillarte;  que ya casi es el equinoccio de primavera y aunque te levantes a la misma hora que antes,  tienes la sensación de haber dormido un poco más. 
Una madrugada de éstas,  mientras el café sube, recoges los periódicos con la ilusión de  que en primera plana aparezca una evidencia de  zarpazo a la corrupción,  nuevos nombres para dirigir los destinos del país o una reseña de  homenaje a las dos juezas que se negaron a suscribir la sentencia ésa del tribunal constitucional. Las mañanas todavía están frescas y el pan caliente con mantequilla y café te insuflan energía. Entonces  te vas al trabajo mientras el sol se despereza con su fuerza acostumbrada. En esos instantes vuelves a darle gracias a Dios por esas nubes de colores, después que leíste en la prensa  que todavía por el norte sigue habiendo fríos extremos. 
Un día de éstos, mañana por ejemplo,  llegas a tu trabajo, con muchos buenos días, tantos que alcanzarían para sustituir a todos tus malos días. Te enteras de repente  que a tu amiga la asaltaron y  que la amatista que llevaba colgando en el cuello se la arrancaron, que el niño de tu amigo tiene bronquitis, que una compañera de trabajo se hará una abdominoplastía cueste lo que cueste, pero que no le cueste el marido. Otraamiga te cuenta que por fin le dieron la visa y que entonces  podrá ir al congreso, pero que la biopsia de su amigo dio positiva y comenzará quimoterapia. 
Cualquier día de éstos te encuentras en un semáforo con un viejo amigo que hace tiempo no ves y quedan para comer juntos. Y te llama tu hijo por teléfono para decirte que va a tocar en un concierto y tu otra hija en la otra línea dice que consiguió el trabajo que quería y entonces viene un Amet y te pega una multa por usar el celular mientras conduces. En vano le explicas los motivos de las llamadas.
Una de estas tardes  te subes en el techo de tu casa, en el cucurucho más alto, a contemplar y fotografiar atardeceres para aprender a despedirte sin tristeza, te das cuenta que cada atardecer conlleva el mismo proceso, pero los resultados son diferentes si de belleza se trata. Desde allá arriba  te imaginas viajando a toda velocidad sobre el planeta tierra y regresando al día siguiente al mismo sitio. 
Una de estas noches después de un día cualquiera optas por tocar la guitarra y aprender una canción nueva, no quieres ver la televisión, ni leer, ni corregir nada, solo cantarle a la vida, al amor y al desamor. “Alabanzas” de Silvio Rodríguez, esa es la canción de turno, dejas  salir algunas lágrimas  deformes que se desparraman por la cara y ratificas que “alabada sea la mano buena para remediar”, que “el dolor es lumbre de profundidad” y que “el que ayer te daba un beso ahora te trata de usted ” y que “yo no quiero aprender eso ni al derecho ni al revés”.
Un día de éstos te alegras a conciencia de estar viva, y de nuevo agradeces a Dios que te ofrece la posibilidad de imaginar,  reír, condolerte, admirarte, extrañar a los que  no están, seguir aprendiendo, sentir el apoyo de los amigos…En fin apreciar lo variopinta que es la vida y  la oportunidad de vivirla a cada instante.       


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