domingo, 9 de marzo de 2014

Mujer nueva, nueva relación de pareja



La entrega de la mujer a la familia y en especial al marido, se ha valorado a ultranza, no importa si es correspondida  o maltratada. La cultura en general y la religión en particular han prescrito a la mujer un rol de sumisión, sacrificio y entrega total. Con esta excusa y de generación en generación muchas mujeres han relegado su realización y desarrollo personal.  
En las últimas décadas las mujeres han tenido un rol social cada vez  más importante. La educación y la necesidad han despertado la conciencia de muchas mujeres que han iniciado un trabajo de conquista de sí mismas a través de muchas vías. El campo laboral es una de ellas, éste había sido hasta hace pocas décadas el santuario del reino masculino. 
Muchas mujeres exitosas laboralmente no dejan de lamentarse. Cuando llegan a casa, tienen que ocuparse de la cena y las tareas de los hijos, mientras los maridos se toman cómodamente un trago de  whisky  para relajarse. 
La mujer se ha educado más y mejor que antes. Se requieren de sus ingresos en la casa, pero su mentalidad no ha cambiado,  ni la de su marido tampoco. Ella  ha concebido su trabajo fuera de la casa como otro de sus deberes,  no como parte de un cambio social y sistémico dentro de la familia. 
Una mujer que labora fuera del hogar debe concebir una educación de los hijos que promueva más su autonomía y  responsabilidad en ciertas tareas que les son propias. Más difícil le será educar a su marido, aunque no imposible, para que se integre más a las labores educativas cotidianas y a ciertos deberes hogareños. Esto así, porque la educación que recibió ese varón de su madre y su padre,  lo excluyó de las sencillas pero abrumadoras tareas de la casa y de la familia. 
Somos las mujeres las llamadas a promover  los cambios, ya que somos nosotras las que percibimos y tenemos la necesidad. El cambio no es tan sencillo porque no se trata de uno tecnológico. Nos toca a todos, hombres y mujeres reaprender nuevos estilos de relacionarnos, desarrollar nuevas habilidades, intercambiar saberes, romper con estructuras de dominación, tener una mirada más inclusiva, aprender a comunicar sentimientos con naturalidad sin culpar ni culparnos.
 Esos cambios dan al traste con unos patrones aprendidos y valorados hasta ahora como buenos y válidos, pero que ya no funcionan más para la vida en pareja. Vivir con una pareja, compartir la vida con ésta no es ser propiedad de esa pareja. 
De manera que una vez más nos toca a las mujeres iniciar y promover uno de los cambios más revolucionarios en la historia de la humanidad: una nueva relación de pareja para la formación de un nuevo ser humano. Estar con ellos pero sin ser de ellos, para tomar decisiones libres y generosas, con amor y dignidad.       

Este proceso es lento, a veces doloroso. El primer paso nos toca a las mujeres  despidiendo el rol de las mujeres que vinieron antes y asumiendo uno nuevo con lo mejor que nos queda de ese legado. El segundo paso también nos toca a nosotras poniendo límites razonables al exceso de tareas nuestras que  le restan  capacidad de acción y decisión al resto de la familia. El tercer paso se trata de no responder a manipulaciones afectivas. Ya veremos como todo el sistema comienza a moverse y todos empezamos a crecer. No hay que darse por vencidas, ese es nuestro reto, crecer con ellos, para nuestro bien, el de nuestros hijos y el de la humanidad. 

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