domingo, 23 de marzo de 2014

Entre la vulnerabilidad y la fortaleza

Las mujeres tenemos fama de ser  fuertes, es decir de soportar sufrimientos propios y apoyar los ajenos.  La fama data desde los tiempos que los maridos se iban a la guerra y mientras tanto había que sostener física y anímicamente a la prole. Si ellos morían, ellas tenían que guardarse el sentimiento de pérdida para insuflar energía a los hijos.  Y si era un hijo quien moría, había que velar por la salud emocional del marido  para evitarle un derrumbe y que pudiera seguir trabajando.

Los hombres luchaban afuera y los asuntos eran de vida o muerte, de triunfo o aniquilamiento. Por su parte las mujeres cual malabaristas impedían que la vida cotidiana se cayera o dejara de fluir con dignidad. El esfuerzo que tal empresa exigía era mayúsculo, pase lo que pase, los niños tenían que comer,  ir a la escuela, había que mantener el espíritu y la alegría.

A menudo se cree que la persona que reacciona con fortaleza ante una adversidad es insensible, que no tiene sentimientos. Al contrario se pudiera pensar que el débil es porque tiene hondos sentimientos y también los lleva a flor de piel. ¿Y si fuera por el contrario, que la persona  “fuerte”,  de tanto solidarizarse y responsabilizarse ha desarrollado fortaleza? Y si fuera que la persona “débil” de tanto huirle a los problemas y centrarse en sí misma no ha podido desarrollar la fortaleza?

A veces lo que  da a algunas personas apariencia de fortaleza o debilidad son los roles que les  han endilgado en la sociedad y en la familia, en algunos casos de forma fortuita. Como creen que son fuertes, para la comodidad de algunos, actúan como tales y se creen que lo son y que tienen que seguir con la imagen conveniente. Resulta que los “fuertes” también necesitan aliento, cariño, consuelo, tanto como los vulnerables. El corazón humano en el fondo es el mismo, lo que varía es el caparazón.


Vulnerables y fuertes, ambos epítetos, así somos todos. Vulnerables por condición humana y fuertes por las circunstancias que  nos tocan vivir y asumir. Turnarnos en la fortaleza y la vulnerabilidad es de justos. Darle de lado al sufrimiento del otro asumiendo su fortaleza absoluta es un egoísmo, arrebatarle al otro la vivencia del sufrimiento es impedirle desarrollar sensibilidad y a la vez fortaleza. Vulnerabilidad y fortaleza, uno de los tantos  continuum de la condición humana.


       

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