domingo, 30 de marzo de 2014

No he escrito este domingo

Cada domingo escribo para decir lo que pienso, lo que siento, lo que voy viviendo. Este domingo he estado dando vueltas a varios temas, mas, no hallo por donde cogerlos. Falta  impulso a mis palabras, entre un malestar estomacal y otro mental, han quedado atoradas en la consciencia.

Cada domingo escribo, para compartir mis cielos y mis infiernos, para decir lo que he encontrado al rebuscar en los fondos de mis gavetas, para desempolvar mis contradicciones.

Cada domingo escribo para ver si encuentro cómplices de esta aventura de tomar una linterna y bajar al sótano, con la esperanza de no quedar espantada por ningún monstruo, pero gozosa cuando  aparece alguno.

Cada domingo escribo para dejar mis días registrados, no por lo que hice o dejé de hacer sino por aquello que construí en mi interior, por las aproximaciones que fui haciendo a verdades que busco incesante y que sé que nunca asiré del todo.

Cada domingo en su soledad, abrazo la mía, para tenerme conmigo y no dejarme ir en el tiempo y sus premuras, sus afanes inmisericordes, y es así como escribo para no perderme, para que mis palabras se entrelacen y  me saquen del laberinto.

Pero este domingo no he escrito nada, no quiero buscar nada  o mejor dicho no tengo luz para encontrarlo. Tengo muchos regueros en mi aposento interior y no tengo energía para ordenarlo, me siento cansada. Otros domingos vendrán.

     

domingo, 23 de marzo de 2014

Entre la vulnerabilidad y la fortaleza

Las mujeres tenemos fama de ser  fuertes, es decir de soportar sufrimientos propios y apoyar los ajenos.  La fama data desde los tiempos que los maridos se iban a la guerra y mientras tanto había que sostener física y anímicamente a la prole. Si ellos morían, ellas tenían que guardarse el sentimiento de pérdida para insuflar energía a los hijos.  Y si era un hijo quien moría, había que velar por la salud emocional del marido  para evitarle un derrumbe y que pudiera seguir trabajando.

Los hombres luchaban afuera y los asuntos eran de vida o muerte, de triunfo o aniquilamiento. Por su parte las mujeres cual malabaristas impedían que la vida cotidiana se cayera o dejara de fluir con dignidad. El esfuerzo que tal empresa exigía era mayúsculo, pase lo que pase, los niños tenían que comer,  ir a la escuela, había que mantener el espíritu y la alegría.

A menudo se cree que la persona que reacciona con fortaleza ante una adversidad es insensible, que no tiene sentimientos. Al contrario se pudiera pensar que el débil es porque tiene hondos sentimientos y también los lleva a flor de piel. ¿Y si fuera por el contrario, que la persona  “fuerte”,  de tanto solidarizarse y responsabilizarse ha desarrollado fortaleza? Y si fuera que la persona “débil” de tanto huirle a los problemas y centrarse en sí misma no ha podido desarrollar la fortaleza?

A veces lo que  da a algunas personas apariencia de fortaleza o debilidad son los roles que les  han endilgado en la sociedad y en la familia, en algunos casos de forma fortuita. Como creen que son fuertes, para la comodidad de algunos, actúan como tales y se creen que lo son y que tienen que seguir con la imagen conveniente. Resulta que los “fuertes” también necesitan aliento, cariño, consuelo, tanto como los vulnerables. El corazón humano en el fondo es el mismo, lo que varía es el caparazón.


Vulnerables y fuertes, ambos epítetos, así somos todos. Vulnerables por condición humana y fuertes por las circunstancias que  nos tocan vivir y asumir. Turnarnos en la fortaleza y la vulnerabilidad es de justos. Darle de lado al sufrimiento del otro asumiendo su fortaleza absoluta es un egoísmo, arrebatarle al otro la vivencia del sufrimiento es impedirle desarrollar sensibilidad y a la vez fortaleza. Vulnerabilidad y fortaleza, uno de los tantos  continuum de la condición humana.


       

domingo, 16 de marzo de 2014

Un día de éstos

Una mañana de éstas aparece en el cielo una luna gigante que te ayuda a prescindir de la luz eléctrica y a dar un paseo por el jardín muy de madrugada sin tropezar. Escuchas  un pajarito cantor que te recuerda que vamos al encuentro del sol, aunque la noche todavía se muestre testaruda, pero las aves no se equivocan.
Una mañana de éstas te despiertas y te das cuenta que el sol nos encuentra más temprano  y que no tienes que encender  las luces para desayunar, aunque todavía sí para maquillarte;  que ya casi es el equinoccio de primavera y aunque te levantes a la misma hora que antes,  tienes la sensación de haber dormido un poco más. 
Una madrugada de éstas,  mientras el café sube, recoges los periódicos con la ilusión de  que en primera plana aparezca una evidencia de  zarpazo a la corrupción,  nuevos nombres para dirigir los destinos del país o una reseña de  homenaje a las dos juezas que se negaron a suscribir la sentencia ésa del tribunal constitucional. Las mañanas todavía están frescas y el pan caliente con mantequilla y café te insuflan energía. Entonces  te vas al trabajo mientras el sol se despereza con su fuerza acostumbrada. En esos instantes vuelves a darle gracias a Dios por esas nubes de colores, después que leíste en la prensa  que todavía por el norte sigue habiendo fríos extremos. 
Un día de éstos, mañana por ejemplo,  llegas a tu trabajo, con muchos buenos días, tantos que alcanzarían para sustituir a todos tus malos días. Te enteras de repente  que a tu amiga la asaltaron y  que la amatista que llevaba colgando en el cuello se la arrancaron, que el niño de tu amigo tiene bronquitis, que una compañera de trabajo se hará una abdominoplastía cueste lo que cueste, pero que no le cueste el marido. Otraamiga te cuenta que por fin le dieron la visa y que entonces  podrá ir al congreso, pero que la biopsia de su amigo dio positiva y comenzará quimoterapia. 
Cualquier día de éstos te encuentras en un semáforo con un viejo amigo que hace tiempo no ves y quedan para comer juntos. Y te llama tu hijo por teléfono para decirte que va a tocar en un concierto y tu otra hija en la otra línea dice que consiguió el trabajo que quería y entonces viene un Amet y te pega una multa por usar el celular mientras conduces. En vano le explicas los motivos de las llamadas.
Una de estas tardes  te subes en el techo de tu casa, en el cucurucho más alto, a contemplar y fotografiar atardeceres para aprender a despedirte sin tristeza, te das cuenta que cada atardecer conlleva el mismo proceso, pero los resultados son diferentes si de belleza se trata. Desde allá arriba  te imaginas viajando a toda velocidad sobre el planeta tierra y regresando al día siguiente al mismo sitio. 
Una de estas noches después de un día cualquiera optas por tocar la guitarra y aprender una canción nueva, no quieres ver la televisión, ni leer, ni corregir nada, solo cantarle a la vida, al amor y al desamor. “Alabanzas” de Silvio Rodríguez, esa es la canción de turno, dejas  salir algunas lágrimas  deformes que se desparraman por la cara y ratificas que “alabada sea la mano buena para remediar”, que “el dolor es lumbre de profundidad” y que “el que ayer te daba un beso ahora te trata de usted ” y que “yo no quiero aprender eso ni al derecho ni al revés”.
Un día de éstos te alegras a conciencia de estar viva, y de nuevo agradeces a Dios que te ofrece la posibilidad de imaginar,  reír, condolerte, admirarte, extrañar a los que  no están, seguir aprendiendo, sentir el apoyo de los amigos…En fin apreciar lo variopinta que es la vida y  la oportunidad de vivirla a cada instante.       


domingo, 9 de marzo de 2014

Mujer nueva, nueva relación de pareja



La entrega de la mujer a la familia y en especial al marido, se ha valorado a ultranza, no importa si es correspondida  o maltratada. La cultura en general y la religión en particular han prescrito a la mujer un rol de sumisión, sacrificio y entrega total. Con esta excusa y de generación en generación muchas mujeres han relegado su realización y desarrollo personal.  
En las últimas décadas las mujeres han tenido un rol social cada vez  más importante. La educación y la necesidad han despertado la conciencia de muchas mujeres que han iniciado un trabajo de conquista de sí mismas a través de muchas vías. El campo laboral es una de ellas, éste había sido hasta hace pocas décadas el santuario del reino masculino. 
Muchas mujeres exitosas laboralmente no dejan de lamentarse. Cuando llegan a casa, tienen que ocuparse de la cena y las tareas de los hijos, mientras los maridos se toman cómodamente un trago de  whisky  para relajarse. 
La mujer se ha educado más y mejor que antes. Se requieren de sus ingresos en la casa, pero su mentalidad no ha cambiado,  ni la de su marido tampoco. Ella  ha concebido su trabajo fuera de la casa como otro de sus deberes,  no como parte de un cambio social y sistémico dentro de la familia. 
Una mujer que labora fuera del hogar debe concebir una educación de los hijos que promueva más su autonomía y  responsabilidad en ciertas tareas que les son propias. Más difícil le será educar a su marido, aunque no imposible, para que se integre más a las labores educativas cotidianas y a ciertos deberes hogareños. Esto así, porque la educación que recibió ese varón de su madre y su padre,  lo excluyó de las sencillas pero abrumadoras tareas de la casa y de la familia. 
Somos las mujeres las llamadas a promover  los cambios, ya que somos nosotras las que percibimos y tenemos la necesidad. El cambio no es tan sencillo porque no se trata de uno tecnológico. Nos toca a todos, hombres y mujeres reaprender nuevos estilos de relacionarnos, desarrollar nuevas habilidades, intercambiar saberes, romper con estructuras de dominación, tener una mirada más inclusiva, aprender a comunicar sentimientos con naturalidad sin culpar ni culparnos.
 Esos cambios dan al traste con unos patrones aprendidos y valorados hasta ahora como buenos y válidos, pero que ya no funcionan más para la vida en pareja. Vivir con una pareja, compartir la vida con ésta no es ser propiedad de esa pareja. 
De manera que una vez más nos toca a las mujeres iniciar y promover uno de los cambios más revolucionarios en la historia de la humanidad: una nueva relación de pareja para la formación de un nuevo ser humano. Estar con ellos pero sin ser de ellos, para tomar decisiones libres y generosas, con amor y dignidad.       

Este proceso es lento, a veces doloroso. El primer paso nos toca a las mujeres  despidiendo el rol de las mujeres que vinieron antes y asumiendo uno nuevo con lo mejor que nos queda de ese legado. El segundo paso también nos toca a nosotras poniendo límites razonables al exceso de tareas nuestras que  le restan  capacidad de acción y decisión al resto de la familia. El tercer paso se trata de no responder a manipulaciones afectivas. Ya veremos como todo el sistema comienza a moverse y todos empezamos a crecer. No hay que darse por vencidas, ese es nuestro reto, crecer con ellos, para nuestro bien, el de nuestros hijos y el de la humanidad. 

domingo, 2 de marzo de 2014

Mi identidad es tan compleja como mi bandera

Soy dominicana, cibaeña, mocana. Me gusta el campo, las montañas, los árboles, las flores, las playas, la música,  los atardeceres,  los dulces criollos, las frutas, ciertas tradiciones, la generosidad de la gente. Siempre supe que había otros mundos, con otra gente que hablaba diferente y que tenía otras costumbres. Nunca me asusté por eso.  Desde pequeños hemos visto películas que narran historias de diversos lugares del mundo. A todas las ciudades de nuestro país han llegado españoles, libaneses, haitianos, cubanos, palestinos, chinos que han enriquecido con su cultura la vida de nuestro pueblo. 
 
Hasta mis tatarabuelos, que yo sepa , fueron dominicanos, así que nunca se me ha ocurrido que yo pudiera tener pasaporte de la Unión Europea. No  puedo pensar que yo sea otra cosa que dominicana. Ahora bien soy crítica de algunos valores y manifestaciones culturales dominicanas  que no comparto por diversas razones. A veces porque no me agradan, por ejemplo, algunas formas musicales, y otras veces porque me parecen atrasos de nuestra civilización. Entonces, podría ser que en alguna ocasión me sienta más afín con un suizo que  con un dominicano.

La identidad de una persona es mucho más que la pertenencia a una nación. La identidad está compuesta de innumerables características que se combinan de manera única, por eso cada persona es irrepetible  aunque en ocasiones actúe unida a otros por un mismo motivo, por ejemplo la pertenencia a un partido político o a un equipo de pelota. 

En la vida diaria no siento un ardor especial por ser dominicana. Todo lo contrario en la cotidianidad a veces deseo irme con una mochilita y “fundar” con mis seres queridos un paisito pequeño, donde podamos vivir en paz y con valores compartidos. Pero el sentimiento de fondo de ser dominicana es una irracionalidad que supera toda lógica.

Sin embargo, me parezco más a un joven chileno que conocí en Isla Negra que al político “ese” “aprovechao” dominicano que camina en su jeepeta por las mismas calles que yo con la mía. Me parezco más a una mujer inglesa que cuida su pequeño jardín que a una doña dominicana que vive en un lujoso apartamento en un 10mo. piso de la ciudad de Santo Domingo. Tengo gustos musicales más afines  con un anciano alemán, que con un bachatero dominicano. Puedo conversar más a gusto con un haitiano que espera su turno para hablar que con un dominicano que interrumpe continuamente.

La patria o la matria, es la que te cuida y vela por ti, por tu seguridad, por tus derechos, por la satisfacción de tus necesidades básicas. A nuestro país lo queremos a veces con lástima y por deber malentendido, o a veces con rabia, como quiere una hija a un padre que jamás se ha ocupado de ella y que ni siquiera su apellido le ha dado, pero hay que tener un padre, supuestamente eso ayuda al sentido de identidad. Si cada uno hiciera su examen de identidad vería que es muy compleja y que la nacionalidad es solo un componente que a veces le falta contenido real, por eso es más fácil decir lo que uno NO es, que lo que se es. 

La bandera es un elemento visible que representa una nación y la diferencia  de otras. Los colores se combinan en cada bandera de una forma única para cada país. Hay países más celosos que otros con su bandera y también con su himno. Personalmente soy ferviente apasionada de ambos símbolos nacionales y por suerte mi trabajo me ha permitido gozarlos. En la bandera que ondea veo nuestros mejores valores al viento, vividos en libertad desde el interior y sin imposiciones, la bandera como utopía de un ser dominicano solidario, de mentalidad universal, justo, honesto. El himno es un canto bravío, declaración de principios universales de libertad, fraternidad, igualdad, sus trompetas y trombones me animan y vigorizan.

Cuando mis hijos eran pequeños cantábamos el himno y poníamos una bandera en el balcón de la casa. Yo quería que ellos amaran su país frente a los intereses que se alzaban de mayor aprecio “per se” por otras manifestaciones culturales. Hasta que, en el año 1994 se usó la bandera nacional para estrujarle en la cara a Peña Gómez su pertenencia a otra nación. Le dije a mis hijos “esa no es nuestra bandera, la que nosotros izamos en las fiestas nacionales, esa es una bandera manipulada que no nos representa".

 Desde entonces no comparto ese rasgo de identidad que esgrime un grupo de dominicanos, quienes ponen la bandera al servicio de sus intereses, esa bandera no es mi bandera.  La mía no se deja atrapar en una ideología, la mía ondea, no yace estática en la pared, la mía representa una identidad que se construye y que se van transformando conforme vamos superando los prejuicios y haciéndonos seres más humanos. Esa es mi bandera la de “quien te viera, quien te viera, más arriba mucho más”.