A través de los sentidos viajan sensaciones que se instalan en nuestro ser como impresiones.Por suerte estamos en continuo aprendizaje y
renovación y somos capaces a través de lo mismos sentidos y del intelecto
de transformar esas impresiones, de manera voluntaria o involuntaria.
El perfume de las azucenas por su parte me produce una sutil alegría espiritual propia de aquellos meses de mayo y las “flores a María que madre nuestra es”. Posteriormente mi mamá me contó que este aroma le traía recuerdos del funeral de su papá, muerto trágicamente. Luego otros eventos se superpusieron sobre ése y le trocaron la nostalgia en alegría, por la presencia de esas flores en las celebraciones de primeras comuniones de hijos y nietos. Por efecto de la empatía, cuando pongo azucenas en mi casa no solo recuerdo el mes de mayo, sino también vía mi mamá y su sentimiento de serena nostalgia, al abuelo que no conocí y entonces me imagino su posible jardín de lirios y azucenas.
Los mismos eventos, las mismas circunstancias u objetos pueden provocar sensaciones diversas en diferentes actores según su experiencia previa y las asociaciones que se susciten. Es difícil que un extranjero disfrute un mangú de la misma manera que lo hacemos la mayoría de los dominicanos de cierta edad. Los plátanos que hierven en un fogón y el olor que se desprende de la leña o el carbón; los efluvios de las cebollas y el chasquido de los huevos al freírse en aceite bien caliente, nos rememora una cena familiar salpicada de cuentos, risas, sabores y amores.
No creo que el mangú por sí mismo le diga lo mismo a un turista, mucho menos cuando lo sirven en uno de esos bandejones largos en los resorts. A ellos no les evoca nada, es un puré cualquiera. Y es que el mangú es un sabor cultural, sabe rico porque está asociado con rituales más entrañables donde participaron hermanos, tíos, abuelos, padres y otros seres muy queridos que nos rodearon de cariño y atenciones personalizadas.
Recuerdo de pequeña estar de visita en un campo aledaño a mi pueblo cuando por primera vez me percaté que la miel de abejas era producida verdaderamente por esos insectos que veía juguetear con las flores. Allí me brindaron un panal de abejas con la miel chorreando (todavía se me hace la boca agua). Poder degustar un dulce natural que no hubiera sido cocinado era como un milagro. Mastiqué el panal hasta que se hizo como un chiclet. Luego Oso Yogui le aportó a la miel de abejas ese toque salvaje y travieso. Así este alimento lo asocio con aventura, con la generosidad de la naturaleza.
La música por ejemplo es una gran evocadora de sentimientos y una gran gatilladora de nuevas asociaciones e impresiones. Por ejemplo volver a escuchar “Imagine” de Lennon, me devuelve a tiempos de ideales compartidos. O si estás oyendo una hermosa canción en el momento que te vienen a buscar para darte una muy mala noticia, esa canción se trocará en ave de mal agüero y comenzará a ser asociada con tragedia. Por el contrario, cualquier vulgar reguetón podría sonar exquisito si es escuchado en el contexto de una experiencia inspiradora.
Al aprender incorporamos nuevos elementos a nuestra conciencia y reeditamos las impresiones: las corregimos, las enriquecemos, las transformamos… El aprendizaje significativo es una experiencia compleja que además de cognoscitiva es también afectiva, sensorial y espiritual. Cada momento que vivimos recrea en alguna medida una experiencia anterior a veces para bien o a veces para mal. Por eso hay que explorar las experiencias previas, ventilarlas al aire y sacarlas a la luz como quien pone a orear una ropa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario