Muchas veces se dice
adiós con un movimiento reflejo de la mano sin siquiera mirar a los ojos. A veces se dice adiós con la
conciencia y con la mano que se bate para un lado y para otro, sin más. En
ocasiones contadas se dice adiós con las manos lentamente ondulantes y con la
conciencia advirtiendo al corazón entristecido, que guarde la compostura.
Muchas son las
despedidas que hacemos a lo largo de la vida para cerrar y abrir ciclos. Te
despides de objetos, de situaciones, de animales, de personas. En el caso de
los objetos la despedida es de una sola vía, el objeto no se despide sino que
tú te deshaces de él porque ya no te sirve, porque tienes otro mejor o porque no tienes espacio
para tenerlo. Al objeto lo tienes, lo manipulas, tanto, que le atribuyes a
conveniencia sentimientos humanos, pero una vez es sustituido, queda en el olvido.
Despedirse de una
situación, voluntariamente o de manera obligada, conlleva romper con la
comodidad de la inercia. Cuando las situaciones
tienen además personas implicadas como es
el caso de los trabajos o las relaciones sentimentales todavía cuesta
más. A veces las personas se ven conminadas a dejar un trabajo que es el eje de
toda su vida y que cambiará todo su estilo de vivir y hasta de ser.(Tantas
veces al dejar un trabajo te espera otro mejor.) Romper una relación sentimental es más o menos difícil de acuerdo a las motivaciones y dependiendo de quién tome la decisión.
La relación con un
animal puede ser de tal magnitud, que la despedida generalmente por muerte del
animal, puede afectar la estabilidad
emocional de la persona que experimenta la pérdida. Si la separación es por
extravío, al animal se le endilgan unos sentimientos y pensamientos que hacen
que el sufrimiento sea doble: sufres por
ti mismo y por lo que la mascota estaría
sufriendo en su abandono. Cuando la despedida es por muerte queda “el espacio en que no está” y el nunca
jamás, a menos que imaginemos un cielo de gatos o de burros.
Despedir a una persona
es más complejo. La relación entre las personas se basa en lo que ha sucedido y
en lo que no ha sucedido. En lo que se dijo o pudo haber dicho o se dejó de
decir. En lo que se hizo, o pudo haberse hecho. Romper una relación sentimental es duro pero lo será más aun para quien es informado de la decisión.Alguien dijo “la distancia no es cuánto nos separemos, la distancia es si no volvemos”. Sin embargo, cuán necesario y saludable es tomar esas radicales decisiones.
Cuando la despedida es por
muerte, pueden quedar interrogantes sin resolver en el que se queda, que a veces pesan en el
duelo más que el mismo dolor por la separación. Cuando la despedida es en paz y
alegría está el consuelo de los momentos compartidos y la esperanza
del reencuentro.
Al constituir un
hogar, una familia, nos preparamos para convertirnos en centro espacial. Cada uno
de nuestros hijos tiene vocación de autonomía y para eso los educamos: para
tomar sus propias decisiones y vivir por su propia cuenta. Cada uno, al partir en
su propia nave espacial, convierte el antiguo hogar en un centro de
renovación de carga energética, de consultas rápidas para el próximo vuelo.
Ellos se van ligeros de equipaje, pero no están seguros si lo que llevan es lo
que definitivamente van a necesitar, así que mantienen parte del equipaje en el
hogar, hasta que se dan cuenta que en su nuevo estilo de vida casi no lo
necesitan.
Los hijos se van,
porque el hogar les queda pequeño a sus
ansias de aprendizaje e independencia. Van en busca de otras experiencias que
su hogar no puede ofrecerles. Despedir los hijos te obliga a mirarte tú mismo.
La búsqueda de su autonomía es un cuestionamiento a la tuya propia. Tienes una
nueva oportunidad de ser por ti mismo y no en función de otro. “Al partir un beso y una flor, un te quiero,
una caricia y un adiós, es ligero equipaje…”, sin embargo todo lo que se
necesita para despedirse en paz y alegría es la mutua certeza del amor.
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