martes, 5 de agosto de 2014

Amiga mía, la vida es un cuento por contar


Amiga mía, tu visita y tus cuitas me han motivado estas reflexiones que pudieran  mover también otras amigas cercanas o distantes,  pero con cuentos  similares al tuyo. He acompañado tu esperanza en los últimos años. Te comprendo, la vida sin amor  es como vivir sin flores. No tengo que hablarte de amor, has amado y más de una vez y seguramente volverás a amar. Pero no vale la pena amar a quien no te ama. Entiendo lo que me cuentas, es verdad, las relaciones sanas están basadas en la reciprocidad y en un balance entre el dar y el recibir.

Amiga mía, nuestra vida es una concatenación de cuentos y narraciones donde somos las protagonistas. Mañana será otro día y podrás reiniciar otro cuento.  A veces cedemos a otros el derecho de narrar  nuestro cuento personal en vez de decidirnos a construirlo y contarlo nosotras mismas. Scherezade, la mujer de Las Mil y una Noches, decidió que ella no iba a pasar a la historia por ser una de las muertas del sultán.

Hay cuentos que ya están contados y cerrados como el del candado. También sabemos y a ti te conviene entenderlo ahora, que  en retrospectiva y de acuerdo al episodio del momento, los cuentos del pasado se tiñen del color que le arroja la sombra o la luz del presente.

 La anciana de más de noventa años, personaje central de la obra teatral “Tres Mujeres Altas” del escritor Edward Albee,  al tratar de rescatar el episodio más feliz de su vida asevera: “el momento  más feliz es cuando todo se ha terminado, cuando nos detenemos, cuando podemos detenernos”. Esta afirmación trashuma amargura e insatisfacción con su vida, ya que otros construyeron su vida: sus padres, los hombres, el esposo, el entorno, la época, el hijo. Al contar su cuento se dio cuenta que ese no era el cuento que ella quiso haber narrado, que otros intervinieron su historia y que su vida fue una cadena de reacciones a esas intervenciones.

Amiga, comprendo que cuando queda poco tiempo, tenemos la sensación de que hay que buscarle un final al cuento, afloran entonces los sabores agridulces que quedan en la memoria casi animal y un sentimiento hondo, visceral y general, de frustración o satisfacción. Pero te cuento que todavía te quedan muchos cuentos por escribir y reescribir.

José Luis Sampedro,  por su parte, en las postrimerías de su vida hizo unas reflexiones que recogió en su libro “Escribir es vivir”, que precisamente tratan del cuento de su vida.  A sus noventa y tantos de edad dice: “No he venido  aquí a hacer retórica, ni poética, ni literatura ni nada. He venido aquí a vivir, a vivir cuando se me está acabando la vida y, por tanto a disfrutarla más”. Este hombre construyó una vida con los elementos que le fueron dados, muchos de ellos ni buscados ni deseados, como la guerra civil española. Fue narrando su propio cuento lleno de vida, con alegrías y también tristezas, pero a conciencia y en plenitud. De esta forma en el umbral de la otra vida se puede entender su frase “a disfrutarla más”.  Esa narración fue como retocar un cuadro antiguo que cobra unos colores que quizá nunca tuvo.


Algunas mujeres venden  los derechos de autor de su propio cuento  y convierten el potencial  de su vida  en un rompecabezas sin sentido. Te invito amiga a ser como Scherezade  quien narró el mejor capítulo del cuento de  su vida en una situación de  muerte casi segura. Tú, amiga, te lo aseguro, tienes muchos cuentos por inventar.
   
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