Amiga mía, tu
visita y tus cuitas me han motivado estas reflexiones que pudieran mover
también otras amigas cercanas o distantes, pero con cuentos similares al tuyo.
He acompañado tu esperanza en los últimos años. Te comprendo, la vida sin amor es como vivir sin flores. No tengo que
hablarte de amor, has amado y más de una vez y seguramente volverás a amar.
Pero no vale la pena amar a quien no te ama. Entiendo
lo que me cuentas, es verdad, las relaciones sanas están basadas en la
reciprocidad y en un balance entre el dar y el recibir.
Amiga mía, nuestra vida es una concatenación de cuentos
y narraciones donde somos las protagonistas. Mañana será otro día y podrás
reiniciar otro cuento. A veces cedemos a otros el derecho de narrar
nuestro cuento personal en vez de decidirnos a construirlo y contarlo nosotras
mismas. Scherezade, la mujer de Las Mil y una Noches, decidió que ella no iba a
pasar a la historia por ser una de las muertas del sultán.
Hay cuentos que ya están contados y cerrados como
el del candado. También sabemos y a ti te conviene entenderlo ahora, que
en retrospectiva y de acuerdo al episodio del momento, los cuentos del
pasado se tiñen del color que le arroja la sombra o la luz del presente.
La anciana de más de noventa años, personaje central de la obra teatral “Tres Mujeres Altas” del escritor Edward Albee, al tratar de rescatar el episodio más feliz de su vida asevera: “el momento más feliz es cuando todo se ha terminado, cuando nos detenemos, cuando podemos detenernos”. Esta afirmación trashuma amargura e insatisfacción con su vida, ya que otros construyeron su vida: sus padres, los hombres, el esposo, el entorno, la época, el hijo. Al contar su cuento se dio cuenta que ese no era el cuento que ella quiso haber narrado, que otros intervinieron su historia y que su vida fue una cadena de reacciones a esas intervenciones.
Amiga, comprendo que cuando queda poco tiempo, tenemos
la sensación de que hay que buscarle un final al cuento, afloran entonces los
sabores agridulces que quedan en la memoria casi animal y un sentimiento hondo,
visceral y general, de frustración o satisfacción. Pero te cuento
que todavía te quedan muchos cuentos por escribir y reescribir.
José Luis Sampedro, por su parte, en las postrimerías de
su vida hizo unas reflexiones que recogió en su libro “Escribir es vivir”, que
precisamente tratan del cuento de su vida. A sus noventa y tantos de edad
dice: “No he venido aquí a hacer retórica, ni poética, ni literatura
ni nada. He venido aquí a vivir, a vivir cuando se me está acabando la vida y,
por tanto a disfrutarla más”. Este hombre construyó una vida con los elementos
que le fueron dados, muchos de ellos ni buscados ni deseados, como la guerra
civil española. Fue narrando su propio cuento lleno de vida, con alegrías y
también tristezas, pero a conciencia y en plenitud. De esta forma en el umbral
de la otra vida se puede entender su frase “a disfrutarla más”. Esa
narración fue como retocar un cuadro antiguo que cobra unos colores que quizá
nunca tuvo.
Algunas mujeres venden los derechos de autor de su propio
cuento y convierten el potencial de su vida en un rompecabezas
sin sentido. Te invito amiga a ser como Scherezade quien narró el mejor capítulo del cuento de su vida en una situación de muerte
casi segura. Tú, amiga, te lo aseguro, tienes muchos cuentos por inventar.
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