domingo, 22 de septiembre de 2013

La vida no es otra cosa que...la vida


Los eventos dolorosos nos entristecen y en el marco de la tristeza pensamos que la vida es una tragedia. Ciertamente existen momentos de profundo dolor  que  llevan a pensar  que jamás se volverá a tener alegría. Sin embargo, el alma tiene la capacidad de renacer ante un nuevo acontecimiento esperanzador. Así es  la auténtica vida.

Vivimos pasajes diversos, algunos construidos por  nosotros mismos y otros que  nos toman de sorpresa.  Algunos de ellos envuelven toda la geografía personal, otros impactan solamente una región. En cualquier caso son pasajeros,  pero dejan huellas en nuestra forma de mirar la realidad y de relacionarnos con la gente. Hermann Hesse describe así la espiral de inicios y adioses: “En cada llamada de la vida debe el corazón estar dispuesto a la despedida y a nuevos comienzos, para entregarse con valor y sin duelos a distintos y nuevos compromisos. Y en cada comienzo alienta un encanto que nos protege y nos ayuda a vivir”.  

La vida a veces procede de forma misteriosa. Su devenir  y sus convergencias con otras vidas sólo pueden constatarse  en el presente y en retrospectiva.  Por qué ocurrieron ciertos acontecimientos,  o si se pudo  evitar la ocurrencia de algunos, queda en pura especulación.  
Quedamos sorprendidos con las distintas reacciones de las personas ante  situaciones similares. Hoy día se habla de la “resiliencia”, que es la habilidad de algunas personas para surgir de la adversidad y poder convertirse en sanas y productivas. Sin duda contribuyen a este salto,  la calidad de  seres humanos significativos que rodean a esas personas que han vivido situaciones  difíciles al límite.
La vida con sus reveses y azares nos  lleva de un lado a otro en sus tres conocidas dimensiones: salud, dinero y amor. El dinero que muchas veces es lo primero que se desea  resulta ser la menos importante de las tres. Con el dinero  resolvemos  muchas cosas pero no podemos comprar el amor de verdad. La salud que tanto cuesta a veces  no siempre se deja comprar. En definitiva lo que nos disgusta de la vida es que no podemos manipularla a nuestro antojo. Solo nos resta vivirla como es. José Luis Sampedro en su ancianidad expresó: “El tiempo no es oro, el tiempo es vida”. Cuando morimos se acaba nuestro tiempo en la tierra. Por eso es que hay que saber en qué se invierte el tiempo porque determina  en qué inviertes tu vida. 
 Hay una vida que se puede calificar de desgraciada según el filósofo Séneca y yo diría de trágica; es la vida de aquellos que no viven su propia vida: “duermen cuando duermen los demás, caminan al paso que les marcan los otros; comen cuando ven que sus vecinos tiene apetito; en el amor y el odio, los más libres de todos los sentimientos, se ven forzados a obedecer. Si éstos quisieran saber cuán corta es su propia vida, que piensen de toda ella qué parte haya podido ser verdaderamente suya”.


Nuestra vida es la oportunidad de ser en este plano y  es lo único que tenemos: nuestra vida propia con otros, pero no de los otros. Cómo termina no determina su calidad. Cómo se vive en el día a día la dignifica. Lo que importa es:  las múltiples escaleras que suben y bajan, las experiencias que  se van  acumulando y las espirales que permiten ensanchar la mirada. Pero todo esto no es suficiente para entender la vida  ni mucho menos para controlarla.

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