Los
eventos dolorosos nos entristecen y en el marco de la tristeza pensamos que la
vida es una tragedia. Ciertamente existen momentos de profundo dolor que llevan a pensar que jamás se volverá a tener alegría. Sin
embargo, el alma tiene la capacidad de renacer ante un nuevo acontecimiento
esperanzador. Así es la auténtica
vida.
La vida a veces procede de forma misteriosa. Su devenir y sus convergencias con otras vidas sólo pueden constatarse en el presente y en retrospectiva. Por qué ocurrieron ciertos acontecimientos, o si se pudo evitar la ocurrencia de algunos, queda en pura especulación.
Quedamos sorprendidos con las distintas reacciones de las personas ante situaciones similares. Hoy día se habla de la
“resiliencia”, que es la habilidad de algunas personas para surgir de la
adversidad y poder convertirse en sanas y productivas. Sin duda contribuyen a
este salto, la calidad de seres humanos significativos que rodean a
esas personas que han vivido situaciones difíciles al límite.
La
vida con sus reveses y azares nos lleva de un lado a otro en sus tres
conocidas dimensiones: salud, dinero y amor. El dinero que muchas veces es lo primero
que se desea resulta ser la menos
importante de las tres. Con el dinero resolvemos muchas cosas pero
no podemos comprar el amor de verdad. La salud que tanto cuesta a veces
no siempre se deja comprar. En definitiva lo que nos disgusta de la vida es que
no podemos manipularla a nuestro antojo. Solo nos resta vivirla como es. José
Luis Sampedro en su ancianidad expresó: “El tiempo no es oro, el tiempo es
vida”. Cuando morimos se acaba nuestro tiempo en la tierra. Por eso es que hay
que saber en qué se invierte el tiempo porque determina en qué inviertes
tu vida.
Hay una vida que se puede calificar de desgraciada según el filósofo Séneca y yo
diría de trágica; es la vida de aquellos que no viven su propia vida: “duermen
cuando duermen los demás, caminan al paso que les marcan los otros; comen
cuando ven que sus vecinos tiene apetito; en el amor y el odio, los más libres
de todos los sentimientos, se ven forzados a obedecer. Si éstos quisieran saber
cuán corta es su propia vida, que piensen de toda ella qué parte haya podido
ser verdaderamente suya”.
Nuestra
vida es la oportunidad de ser en este plano y es lo único que tenemos: nuestra vida propia
con otros, pero no de los otros. Cómo termina no determina su calidad. Cómo se
vive en el día a día la dignifica. Lo que importa es: las múltiples
escaleras que suben y bajan, las experiencias que se van acumulando
y las espirales que permiten ensanchar la mirada. Pero todo esto no es suficiente para
entender la vida ni mucho menos para controlarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario