El amor más puro promueve y hace el bien sin interés. El amor se alegra con la alegría y se compadece en la pena. El amor de verdad es pensamiento y acción positiva a favor de la otra persona. El sentimiento no es suficiente para aquilatar el amor.
Sin embargo sabemos que el amor humano es limitado. Continuamente tiene
que ser revisado por la persona que ama, ya que el ego suele hacer sus engaños,
trastadas y estragos. En el amor de padres a hijos el amor puede tergiversarse
complaciendo en demasía las apetencias de los hijos, a veces como proyección de las
propias necesidades; o confundirse con un excesivo apego y protección.
En la relación de pareja el mal amor se expresa con celos y deseos de
posesión, lo cual podría conducir al maltrato psicológico y hasta físico. En la
relación de amistad se puede confundir con la necesidad. Algunas pistas de si hay amor presente en una acción o gesto, ya sea
para advertirnos o para animarnos son : la hinchazón del ego en una buena acción es una
alarma, el bien que le reporta al otro
nuestra acción es una señal, el esperar algo a cambio es una alarma, el dejar
en libertad y estar dispuestos a seguir nuestro camino es una señal. Examinar
la acción bajo estos criterios es iluminador.
Los expertos en estos temas dicen que tanto la felicidad como el amor y
la creación pasan por el sufrimiento, es decir exigen encarar nuestras realidades. Me
atrevo a afirmar que todo ser humano desde que nace tiene sufrimientos, (por
desgracia unos más que otros y algunos hasta el extremo). Muchas veces el amor
se gesta en la vivencia de los pequeños y/o grandes sufrimientos propios que
saneados buscan comprender, liberarse y transmutarse en amor a los demás. Ahora
bien quien no quiere sentir la herida del sufrimiento se cierra a la
experiencia de amar.
Las personas que abusan de los niños, sea con maltrato físico o con
actos de seducción sexual, han sido heridos profundamente, ya sea por la
cultura, por sus padres u otros adultos, han sido maltratados con faltas al
amor, sin embargo se han quedado cerrados en su dolor. Este dolor enquistado y
no procesado se convierte en odio o en una necesidad compulsiva imposible de
satisfacer. Este dolor petrificado inflige a su vez otras heridas. Sanar la
herida supone reconocerla y sentirla. “Quien no se quiere dejar herir, no podrá
amar. El verdadero amor incluye la disposición a dejarse herir” (Anselm Grun). La
ostra convierte la herida en una
hermosa perla.
El sacerdote Maximilian Kolbe en un profundo acto de amor,
en el año 1941, en un campo de concentración nazi, tomó voluntariamente el
lugar del judío Franciszek Gajowriczek quien había expresado deseo de vivir por
sus hijos y esposa. El prisionero amado murió en el 1995 y atestiguó toda
la vida ese acto de amor extremo, así como el de Jesús, quien amó a los pobres,
enfermos, niños, mujeres de su tiempo y les hizo el bien de forma manifiesta
para cada uno de ellos.
“El amor es lo que da a nuestros días un significado profundo y es de lo
que estamos hechos en realidad. El amor es la riqueza que nos rodea y está a
nuestra disposición” (Elisabeth Kubler-Ross). El amor humano se abre paso a través del
egoísmo, las heridas y las imperfecciones humanas pero es la libertad humana quien
le cierra el paso o lo deja pasar.
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