“Madre hay una sola” dice el dicho y también podemos decir
que padre hay uno solo. Ambos son
imprescindibles y necesarios en la vida de una persona, cada uno, o sus figuras
sustitutas. Padre y madre son una mutual aunque estén separados.
Ninguna madre, por despecho o amor mal entendido, tiene el
derecho de robar a los hijos el amor de su padre, ningún padre por amor
posesivo tiene el derecho de quitarles a sus hijos la presencia amorosa de su
madre.
La madre fortalece son su ternura y con la disciplina. El
padre ennoblece con la disciplina y también la ternura. Ternura sin disciplina
y disciplina sin ternura son bombas de tiempo
para la convivencia humana. Los padres son tan importantes como las
madres para enseñar a amar, a soñar y para aprender la convivencia solidaria.
Podemos criarnos sin padre o sin madre pero la cordura
depende del equilibrio con que desarrollemos la energía masculina y la
femenina. La energía masculina no es privativa de los hombres ni la femenina
privativa de las mujeres, ambos poseen las dos y la capacidad
de cada persona para ser feliz está
relacionada positivamente con el desarrollo de estas dos energías.
Los padres son tan necesarios como las madres. A veces
sucede que en ausencia de los padres las
madres pueden cometer el error de adoptar a sus hijos varones como esposos o sobreprotegerlos hasta sustraerles sus
cualidades propositivas y asertivas.
Un padre pudiera
estar ausente del espacio físico de sus
hijos pero presente totalmente en su universo interior. Un padre puede dormir
en la misma casa que sus hijos y ser un extraño emocionalmente.
Un padre puede enseñar tolerancia y compasión así como una madre puede enseñar el valor
del trabajo y el respeto a los demás.
Padres y madres no viven a la vez las mismas estaciones, por
eso la riqueza de los hijos está en vivir la diversidad de las estaciones por
las que van pasando cada uno.
Madre y padre no son
complementarios, son seres completos en sí mismos y únicos, los ingredientes que los hacen ser efectivos
en sus roles están mezclados en diferentes proporciones.
Madre y padre se realizan en su eterno rol cuando sus hijos
consiguen guiar su vida en forma autónoma y expandiendo sus dones y cualidades.
Ojalá en nuestro país
hubiera tantos verdaderos padres como verdaderas madres. Quizá sería mejor tener padres más ocupados de sus hijos y menos preocupados por su manutención. Ojalá
que celebremos a los padres tanto como
celebramos a las madres, cuando esto suceda entonces seremos mejores personas y
mejores ciudadanos.
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