lunes, 15 de julio de 2013

La mesa de comer



La familia es un núcleo sociocultural cuyos miembros se relacionan  mediante el  afecto. En la familia se  inicia el aprendizaje de valores, tradiciones y costumbres. En la familia aprendemos a expresar los sentimientos, se potencian nuestras cualidades y también se generan muchos de los problemas que tenemos, pero también se encuentran las claves para sus soluciones.

Recientemente leí los resultados de un estudio que muestra los beneficios para los niños y adolescentes de comer en familia,  tanto para su estabilidad emocional como para sus resultados escolares.

La mesa es el punto de reunión por excelencia de una familia. Alrededor de la mesa se congrega la familia para nutrirse, para discutir y  contrastar opiniones. Ya que la familia está envuelta en una actividad de interés general como lo es el comer, todos están atados a ese espacio a una hora determinada  y durante un tiempo que varía de familia en familia.

El acto de alimentarse se convierte en un ritual que trasciende las meras funciones del aparato digestivo. El comer juntos crea un sentido de pertenencia. Cuando se quiere decir algo de interés para todos se aprovecha la hora de almuerzo o cena. Los hábitos alimenticios de toda una vida se inician en la mesa. Las costumbres acordadas en un grupo social acerca del manejo de los instrumentos para comer se aprenden en la mesa. El amor también se expresa en la mesa, comenzando por el menú que se ofrece.   

El estar congregados alrededor de una mesa da la oportunidad a cada miembro de una familia de expresar sus sentimientos. A la par que se saborean los alimentos se están procesando consejos, conflictos,  disgustos y también se están instalando valores. A la mesa se traen los sinsabores del día así como también los logros y alegrías, creando así un espacio para la solidaridad.

¡Tantas cosas han cambiado en nuestro mundo que pretende ser desarrollado! Cada cual va comiendo a la hora que va llegando. La televisión a veces es la compañera de muchos en su hora de almuerzo o cena. En algunas familias la mesa para comer va quedando para un día de domingo con visita.

La mesa para algunos como yo, ha sido el prisma a través del cual se ha observado  la dinámica familiar. La mesa es el espacio donde se han construido en gran medida los lazos afectivos. Nuestra mesa se compró sin saber si sus puestos iban a ser llenados. Como  pareja llenos  de ilusión, inauguramos una mesa a la que le sobraban  cuatro sillas. Poco  a poco se fueron ocupando los puestos con caritas sonrientes o a veces llorosas. Se ocupó la primera silla, quedaban tres lugares, luego dos, se ocupó otro puesto y restaba uno, quién sabe si se llenaría ese espacio. Hubo sensación de plenitud, llegó quien faltaba. Los seis espacios se ocuparon y cuán bien ocupados!

El "lávate las manos" y "coge bien el tenedor", mandato diario. Todo el mundo hablaba al mismo tiempo. La profusión de anécdotas escolares era tal que había que levantar la mano para hablar. El disgusto de algunos frente a un molondrón era natural. Una risotada que dejaba escapar un grano de arroz. Un vaso de agua que se derramaba. La voz que se levantaba más de lo acostumbrado. La expectativa del postre…y tantas cosas cocinándose además de la comida.

Años después la mesa refleja la dinámica natural de las partidas. Los puestos se van desocupando y la gente no se lleva su silla. Los espacios quedan vacíos, esperando cobrar vida de cuando en cuando. Pero la mesa tiene sus huellas: de números y letras que quedaron grabados sobre la madera al hacer las tareas, del cuchillo que la rayó tratando de partir un queso, del anillo que la marcó al hacer un gesto con la mano, del jugo de naranja que se derramó y la manchó. Nuestra familia se construyó alrededor de la mesa.

  



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