lunes, 1 de julio de 2013

La magia de contar, escuchar y airear historias familiares






Siempre me ha gustado que me hagan cuentos y también me gusta contarlos. La fantasía se me infla como un globo que me pone a recorrer otros mundos imaginarios. Lo que para el otro es pura realidad, para mí es fantasía y viceversa. Una y otra se intercambian y se mezclan.

Un cuento, sea de verdad o de mentira, te gustará más si de una u otra manera alude a un pensamiento, situación o sentimiento que te son familiares. Cuando una narración te suscita otras fantasías, es porque está compuesta de pequeñas realidades y símbolos que remueven tu inconsciente individual o colectivo.

Todas las familias poseen un entramado de anécdotas, sucesos que pasan a formar parte del inconsciente familiar. Experiencias vividas por los tatarabuelos pueden condicionar la actuación de un tataranieto. Mientras menos se cuenten los sucesos familiares, más propenso se estará a su influencia, porque los cuentos que no se cuentan están más vivos en las personas mismas, que aquellos que a fuerza de contarse se objetivan, se transforman, se lloran, se ríen y salen  a formar parte del torrente de la vida.

Las células de un cuento tapado se van reproduciendo como un tumor en los miembros más débiles de una familia. Este cáncer no muere con sus protagonistas, al contrario, cobra más vigencia en los que se quedan. Más aun,  si no existen escritos que pudieran  aclarar realidades fantásticas, las fantasías se vuelven realidades.

El que quiera conocerse a sí mismo ha de penetrar al anecdotario de su familia, por más doloroso que éste sea. Muertes provocadas o accidentales, traiciones, infidelidades, varias damas de un solo caballero, engaños en repartición de herencias, hambrunas y pobreza extrema, maltratos y abusos, suicidios, novias abandonadas a punto de casarse, embarazos fuera del matrimonio, parientes dementes o alcohólicos, enfermedades vergonzosas en la época y las famosas cuarentenas…y otras tantas realidades fantásticas que se han de conocer.

Esos fantasmas presentes solo pueden exorcizarse si son llamados a sentarse a la mesa o si se aprovechan noches de luna llena o de  apagones para conversarlos. Agustina, el personaje de la novela “Delirio” de Laura Restrepo, pudo salir de su locura cuando su esposo propició la narración y conocimiento de  las anécdotas de sus antepasados que pesaban en su conciencia como si ella hubiera sido la protagonista.


La magia y la salud están en agitar las aguas estancadas para que fluyan, y también en dejarlas reposar  para que se aclaren. La magia y la salud están en rumiar las historias, pero terminar por tragarlas y digerirlas. La magia y la salud están en ir rellenando con sabiduría las líneas en blanco y  llorar…para después reírse de sí mismo llorando.  

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