Siempre me ha gustado
que me hagan cuentos y también me gusta contarlos. La fantasía se me infla como
un globo que me pone a recorrer otros mundos imaginarios. Lo que para el otro
es pura realidad, para mí es fantasía y viceversa. Una y otra se intercambian y
se mezclan.
Un cuento, sea de
verdad o de mentira, te gustará más si de una u otra manera alude a un
pensamiento, situación o sentimiento que te son familiares. Cuando una narración
te suscita otras fantasías, es porque está compuesta de pequeñas realidades y
símbolos que remueven tu inconsciente individual o colectivo.
Todas las familias
poseen un entramado de anécdotas, sucesos que pasan a formar parte del
inconsciente familiar. Experiencias vividas por los tatarabuelos pueden
condicionar la actuación de un tataranieto. Mientras menos se cuenten los sucesos
familiares, más propenso se estará a su influencia, porque los cuentos que no
se cuentan están más vivos en las personas mismas, que aquellos que a fuerza de
contarse se objetivan, se transforman, se lloran, se ríen y salen a formar parte del torrente de la vida.
Las células de un
cuento tapado se van reproduciendo como un tumor en los miembros más débiles de
una familia. Este cáncer no muere con sus protagonistas, al contrario, cobra
más vigencia en los que se quedan. Más aun, si no existen escritos que pudieran aclarar realidades fantásticas, las fantasías
se vuelven realidades.
El que quiera
conocerse a sí mismo ha de penetrar al anecdotario de su familia, por más
doloroso que éste sea. Muertes provocadas o accidentales, traiciones,
infidelidades, varias damas de un solo caballero, engaños en repartición de
herencias, hambrunas y pobreza extrema, maltratos y abusos, suicidios, novias
abandonadas a punto de casarse, embarazos fuera del matrimonio, parientes
dementes o alcohólicos, enfermedades vergonzosas en la época y las famosas
cuarentenas…y otras tantas realidades fantásticas que se han de conocer.
Esos fantasmas
presentes solo pueden exorcizarse si son llamados a sentarse a la mesa o si se
aprovechan noches de luna llena o de apagones
para conversarlos. Agustina, el personaje de la novela “Delirio” de Laura
Restrepo, pudo salir de su locura cuando su esposo propició la narración y
conocimiento de las anécdotas de sus
antepasados que pesaban en su conciencia como si ella hubiera sido la
protagonista.
La magia y la salud
están en agitar las aguas estancadas para que fluyan, y también en dejarlas
reposar para que se aclaren. La magia y
la salud están en rumiar las historias, pero terminar por tragarlas y
digerirlas. La magia y la salud están en ir rellenando con sabiduría las líneas
en blanco y llorar…para después reírse
de sí mismo llorando.
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