domingo, 19 de mayo de 2013

Las aves y la primavera


Las aves y la primavera

La primavera es un renacimiento  de la naturaleza que  se caracteriza por la explosión de colores; pero también es música de aves que llegan a nuestros árboles, ventanas y balcones. En los países de inviernos marcados, las aves anuncian la entrada de la primavera y no se cansan de reiterar con su canto la alegría que representa el estar más cerca del sol.

Así como la primavera despierta  las pasiones que estuvieron dormidas durante el invierno, las aves las celebran canturreando  su vitalidad. Cada ave  se nos mete en el alma y ya sea por su forma de ser, de volar o de cantar  nos convoca a esa constante mirada que nos interpela y nos invita a encontrar en cada ser vivo una resonancia de nuestro ser más íntimo.

En el trópico las aves cantan todo el tiempo. En este instante, escucho a lo lejos el canto de un “Ruiseñor”, me asomo y lo veo en la última rama de un árbol de caoba. Para cantar se posiciona, abre la cola y ensancha el pecho. Canta como un solista, sus canciones son variadas puesto que es capaz de imitar a otras aves sobre todo en la primavera donde hay muchas cantando. El ruiseñor tiene un canto especial y hermoso, canta solo y se mueve solo pero escucha y aprende del canto de las  otras aves.

De vez en cuando se oye un sonido grave pero melodioso, sé que es el “Pájaro bobo”; va de rama en rama con su cola larga que le pesa y que no abre si va a volar bajito. Se mueve relativamente lenta y porque es  un ave curiosa y se queda quieta observando algunos pensaron que era boba.          

Una música de percusión, ta, ta, ta, anuncia la presencia de un “Pájaro carpintero”. Con su cabeza roja y su cuerpo de rayas amarillas solo está abriendo un hueco en un árbol donde ya hay insectos que han llegado antes.

Las “Ciguitas” de plumas amarillas y negras revolotean sin cesar por todas las ramas sobre todo las bajitas. Son la alegría de los jardines y patios, le gustan las flores y su trinar es suave y constante. A veces vuelan en parejas. Son como el niño que todo llevamos dentro.

El “Julián chiví” tiene un canto refinado y perseverante pero no se deja ver, es tímido y tiene miedo de la gente y los demás pájaros; vive escondido detrás de las hojas. "A lo lejos alguien canta…", nunca he visto ninguno pero dicen que es muy bello con su traje  de un suave verde olivo.

Al atardecer  he visto  “Zumbadores”  libando néctar de flores; vuelan tan presurosos que parece que fuera su último vuelo. Una que otra vez he visto en el Jardín Botánico el “Barrancolí”;  el color de sus plumas se confunde con las flores y las hojas de las ramas donde se posa.

Está atardeciendo, por ahí va una bandada de “pericos”, ¿se dirigen a un mitin político? El “Querebebe” hace poco llegó de otras tierras y se escucha insistente y algo molestoso. También he visto “cuervos” discutiendo por comida, su cantar es áspero y fuerte, son chismosos y peleones. El “Guaraguao” vuela bonito porque despliega sus alas de tonos cremas y marrones pero cuiden sus pollos. 

Mientras escribo escucho el llamado de la “Cigua palmera”  que junto a otras se mueven de un lado a otro, desde una penda para comer hasta una palmera para descansar. Estas aves nos recuerdan que somos seres comunitarios: comemos juntos, nos ayudamos a cuidar las crías, vivimos en condominios, peleamos,  somos bullosos y  no nos escuchamos. Esta es el ave nacional.
En estas y otras muchas aves estamos reflejados  con rasgos característicos en cada uno  o también en la diversidad y facetas de nuestra personalidad. Como ellas en su diversidad, así  somos,  vitales como el ímpetu de la primavera que expresa y deja  salir fuera los instintos, brotes, cantos, espinas , colores…


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