“Un ramito de violetas” es una canción de Cecilia, cuyo
verdadero nombre era Evangelina Sobredo. Esta mujer desarrolló su carrera artística
en los años 70s y murió con menos de treinta años. Era una joven contestataria,
rebelde y contraria al machismo reinante
en su época. Nos narra la historia de amor de un esposo, que escoge ver a su
esposa feliz haciéndole creer que tiene un admirador que le escribe cartas, le
manda flores y que cada 9 de noviembre
le regala un ramito de violetas. “Ella es feliz, así de cualquier modo…”piensa, y también dice la canción. Hasta cierto punto él es un macho que prefiere
esconder su sensibilidad pero que a la vez la expresa en otra identidad.
Hace muchos años aprendí a tocar y cantar esta canción a
instancias de mi mamá, quien se la encontraba muy simpática. Aunque la canción
era totalmente ajena a su situación marital, (mi papá siempre encontraba
oportunidad de regalarle rosas rojas con las cuales expresaba de modo muy abierto y grandilocuente su amor de
siempre) ella disfrutaba tanto de la música como de la letra.
Mi experiencia en el trato íntimo con hombres es muy
limitada, sin embargo en mi recorrido de amiga, prima, orientadora, directora
de escuela…he conocido muchas historias de hombres con su sensibilidad atrapada y expresada como insensibilidad aparente y trastocada en una sensibilidad
manifestada a veces no de la mejor manera, por ejemplo en violencia hacia sí mismos o hacia sus parejas e hijos.
La sensibilidad humana es una condición que la cultura ha
tratado de domar para poder construir sus logros. La sensibilidad se expresa en
múltiples ámbitos. En las relaciones humanas y en la expresión directa de los
sentimientos las mujeres han llevado la delantera, con sus ventajas y
desventajas.
Un ramito de violetas es un símbolo de fragilidad, humildad
y sencillez del sentimiento humano de amor. Este sentimiento pudiera no ser bien
recibido, podría ser fácilmente maltratado y hasta burlado y tenido a menos. Este
hombre, el de la canción, temeroso quizá de que su sensibilidad fuera herida, no pudo expresarla
con franqueza y apertura, tuvo que dar la vuelta y disfrazarse de otra persona,
por si acaso.
El amor, es un ramito de violetas, por eso hay que escoger
bien, si se pudiera, su destinatario,
que sea alguien que lo aprecie, lo tome con cariño y cuidado y lo
comparta. No es el amor una prueba de la valía masculina, de potencia sexual,
de su capacidad para conquistar, eso es un barril sin fondo, nunca se estará
satisfecho de las conquistas, las cuales servirán solo para satisfacer el ego, ser
contadas con los dedos o contadas a los amigos. Esa es la sensibilidad trastocada y
despistada, convertida en fanfarronería, en escarnio o en cinismo.
Pero también es un ciclo sin fin de insensibilidad para
evitar la sensibilidad, la propia, la ajena. A veces el dolor del desamor puede
llevar a un hombre al maltrato físico del objeto de su amor, ¿será esto
insensibilidad? Quizá es exceso de sensibilidad no bien canalizada, mucho
dolor, mucho maltrato ancestral, muchos sentimientos retorcidos como tendones
encogidos y enmarañados que duelen al contacto y hacen reaccionar
instintivamente.
El señor del ramito de violetas es un derrotado en la
expresión de su amor. Era impotente en cuanto a la expresión llana de su amor,
por eso su expresión de mal humor al objeto de su amor, la canción dice que “su
marido era el mismo demonio”. Sin embargo la canción redime su sensibilidad, su
doble, él mismo, pero en otro rol aceptado por la cultura, escribe versos,
regala flores, se hace él mismo ramito de violetas, como el símbolo más
elocuente de su fragilidad. Porque, ¿qué es la sensibilidad sino ese sentir
profundo de nuestra condición humana que se torna, cuando sale positivamente,
en creatividad, en proyectos, en amor?
En fin, que hoy 9 de noviembre, día del ramito de violetas,
es el día para recordar que a veces las cosas no son lo que aparentan. Pero qué bueno
sería poder ser transparentes en la expresión de los sentimientos y respetuosos
en la recepción de los mismos, que no quiere decir que nos dejemos manipular y
envolver en situaciones que obedecen a imposiciones culturales.
Termino relacionando la canción de marras con la película
vasca que representará a España en los próximos óscares, Flores, Loreak, en
euskera. Ella cuenta la historia de una mujer que recibe flores y que se ilusiona por tener un admirador.
Solo que en este caso no es su esposo sino un obrero que la admira desde la
distancia y no se atreve a abordarla, quizá porque ella es casada y él también
o por la condición social distante entre ellos. Temas de amor, de la cultura,
de los miedos, de las complejidades humanas femeninas y masculinas, que dan
ganas de reír y de llorar a la vez.
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