Alguien tiene que ponerle el cascabel al gato, para oírlo cuando se acerque, y así advertir sus amenazas, dijeron los ratones
según la fábula. Y es que los pasos de
un gato son sigilosos, su cuerpo se agazapa, sus ojos se abrillantan y sus
orejas se paran, cuando algo se mueve.
Los ratones son más numerosos que los gatos, porque se
reproducen más, pero los gatos los
mantienen a raya alcanzándolos con sus garras inmisericordes. Los gatos adultos
son unos señores con cierto dejo de
amargue y cinismo. Se mueven con paso lento e indiferencia a no ser que una presa les estimule su
instinto cazador. Entre los gatos también hay castas y temperamentos. Hay gatos
de maneras suaves y sedoso pelaje y también los hay maulladores y con la cara
cortada por andar buscando pleitos por los callejones.
Se sospecha que entre los gatos y los ratones se ha producido una sinergia. Tanto los ratones como los gatos hurgan en zafacones y basureros, la diferencia estriba en que los ratones se introducen dentro de la basura y los gatos la exploran con el hocico y las patas y no se ensucian. Los ratones entran y salen con nerviosismo, los gatos observan la operación y pueden salir ganando con la presa y el botín, es decir alzarse con el santo y la limosna.
Mientras que todo esto ocurre los humanos duermen tranquilamente en sus camas, catres o hamacas. Al día siguiente aparecen varios ratones muertos, y una que otra rata. Mientras que los gatos, según su costumbre, duermen tranquilamente su sueño diurno sin casi ser molestados.
A veces los gatos se pelean unos con otros, pero para evitar contiendas comúnmente delimitan sus territorios con sus penetrantes y singulares orines. Una que otra vez, alguno de ellos, imprudente y ambicioso, cruza la frontera convenida para perseguir una gata seductora. Al día siguiente no se hace esperar la evidencia: una oreja machucada y un ojo abollado, ¡para que respete!
Este submundo de gatos y ratones comienza a atemorizar a los humanos quienes tienen menos capacidad de reproducción que esos animales. Dicen que los vecindarios se están llenando de gatos y ratones que no los dejan dormir con sus chismes y peleas. La habilidad de esos animales es tal que han contagiado a muchos humanos con sus hábitos y maneras. Éstos por temor o por ambición han pactado con ellos y les han dejado tomar el control.
¿Y ahora, quién pone cascabeles a esos gatos
enseñoreados? Quién da cacería a esos ratones tan grandes, que como dice el pueblo parecen
hombres?
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