Por ahí les comencé a contar sobre mis miedos, que por
cierto son menos que mis sentimientos de confianza y de valentía. Lo primero es
que no le temo al miedo, cuando lo siento, lo identifico y cuestiono, aunque
esto no quiere decir que se me quite del todo, pero por lo menos pierde fuerza.
No le tengo miedo ni a las culebras ni a las cacatas,
tampoco es que juegue con ellas como si fueran mis amiguitas, pero las miro de
frente y hasta he sabido cuquearlas. No le temo a la oscuridad, aunque
se me ha quedado en la memoria una imagen de una película de Boris Karlof, en
que una persona entra a un cuarto oscuro y el interruptor de la luz estaba
cubierto por una mano. No le tengo miedo a los muertos, nunca he sentido a
ninguno y si algún un día viene uno a contactarme me dará curiosidad lo que
quiere de mí.
No le tengo miedo a las cucarachas, ni a los ratones, cuando
he tenido que enfrentarme a algunos en duelo de muerte lo he hecho, aunque por
deformación provocada por Disney, me
conduelo por los segundos. Tampoco le
temo a los relámpagos y los truenos, aunque me impacta el estruendo me gustan
las formas psicodélicas que dibujan en
el cielo. No le temo a la velocidad siempre y cuando sea yo misma que la
produzca. No le temo a perderme, estoy segura que siempre hay salidas y
mientras tanto se conocen parajes que de otra forma fuera difícil.
No le temo a la soledad que me da espacio para inventar y
que siempre me proporciona momentos íntimos donde solo me ocupo de mí misma. No le tengo miedo a meter la pata, tantas veces la
he metido y no pasa nada, todo el mundo la mete. No le temo a los compromisos,
estoy habituada y normalmente salgo más o menos bien. Como estoy segura que no
soy perfecta, no le tengo miedo a equivocarme, cuando lo he hecho he pedido
perdón y no se me ha quitado ningún pedazo. No le temo a enfrentar situaciones
de conflicto, ya que lo único que puede pasar es que se solucione o salga a la
luz, en cualquier caso ambas situaciones son mejores que asuntos subyacentes.
No le temo a ser herida, siempre le busco la vuelta al otro para entender.
Ahora bien: le tengo miedo a los precipicios y a carreteras
escarpadas sobre todo cuando voy montada en una guagua. Le tengo miedo a los
montantes y por derivación a las vejigas que explotan, en eso me parezco a los
gatos y a los perros. Le tengo cierto miedo a la música que suena en volúmenes
incontrolables sobre todo a los Tun Tun de los bajos. Le tengo miedo a quedarme
sin recuerdos, buenos y malos, me he convencido que es imposible deshacerme de
un tipo sin que también se vaya el otro, así que me regodeo en mis recuerdos
sin reprimirlos, aunque llore y me ría intermitentemente.
También le temo o le temía a que se me cayeran todos los
dientes y me tuvieran que poner un plancha, este miedo se me ha quitado desde
que me enteré que existen los implantes. Le temo a vivir sin verde, sin flores,
sin cielos coloreados y sin pájaros cantores. Le tengo miedo a los prejuicios,
a la desesperanza, al desamor, a la frialdad de los sentimientos, a las miradas
sin expresión. Le temo a quedarme sin la libertad de caminar, de tomar decisiones.
Le tengo miedo a que mis seres queridos sufran.
Me encanto esta narracion, que fluyo clara y espontanea. Es un tema que nadie toca porque paradojicamente le tiene miedo a hablar de los miedos. Lo disfrute muchisimo..
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