domingo, 14 de septiembre de 2014

De miedos y temores

Por ahí les comencé a contar sobre mis miedos, que por cierto son menos que mis sentimientos de confianza y de valentía. Lo primero es que no le temo al miedo, cuando lo siento, lo identifico y cuestiono, aunque esto no quiere decir que se me quite del todo, pero por lo menos pierde fuerza.

No le tengo miedo ni a las culebras ni a las cacatas, tampoco es que juegue con ellas como si fueran mis amiguitas, pero las miro de frente y hasta he sabido cuquearlas. No le temo a la oscuridad, aunque se me ha quedado en la memoria una imagen de una película de Boris Karlof, en que una persona entra a un cuarto oscuro y el interruptor de la luz estaba cubierto por una mano. No le tengo miedo a los muertos, nunca he sentido a ninguno y si algún un día viene uno a contactarme me dará curiosidad lo que quiere de mí.

No le tengo miedo a las cucarachas, ni a los ratones, cuando he tenido que enfrentarme a algunos en duelo de muerte lo he hecho, aunque por deformación provocada por Disney,  me conduelo por  los segundos. Tampoco le temo a los relámpagos y los truenos, aunque me impacta el estruendo me gustan las formas psicodélicas que dibujan  en el cielo. No le temo a la velocidad siempre y cuando sea yo misma que la produzca. No le temo a perderme, estoy segura que siempre hay salidas y mientras tanto se conocen parajes que de otra forma fuera difícil.

No le temo a la soledad que me da espacio para inventar y que siempre me proporciona momentos íntimos donde solo me ocupo de mí misma.  No le tengo miedo a meter la pata, tantas veces la he metido y no pasa nada, todo el mundo la mete. No le temo a los compromisos, estoy habituada y normalmente salgo más o menos bien. Como estoy segura que no soy perfecta, no le tengo miedo a equivocarme, cuando lo he hecho he pedido perdón y no se me ha quitado ningún pedazo. No le temo a enfrentar situaciones de conflicto, ya que lo único que puede pasar es que se solucione o salga a la luz, en cualquier caso ambas situaciones son mejores que asuntos subyacentes. No le temo a ser herida, siempre le busco la vuelta al otro para entender.

Ahora bien: le tengo miedo a los precipicios y a carreteras escarpadas sobre todo cuando voy montada en una guagua. Le tengo miedo a los montantes y por derivación a las vejigas que explotan, en eso me parezco a los gatos y a los perros. Le tengo cierto miedo a la música que suena en volúmenes incontrolables sobre todo a los Tun Tun de los bajos. Le tengo miedo a quedarme sin recuerdos, buenos y malos, me he convencido que es imposible deshacerme de un tipo sin que también se vaya el otro, así que me regodeo en mis recuerdos sin reprimirlos, aunque llore y me ría intermitentemente.

También le temo o le temía a que se me cayeran todos los dientes y me tuvieran que poner un plancha, este miedo se me ha quitado desde que me enteré que existen los implantes. Le temo a vivir sin verde, sin flores, sin cielos coloreados y sin pájaros cantores. Le tengo miedo a los prejuicios, a la desesperanza, al desamor, a la frialdad de los sentimientos, a las miradas sin expresión. Le temo a quedarme sin la libertad de caminar, de tomar decisiones. Le tengo miedo a que mis seres queridos sufran.

Por ahora, estos temores y otros más que no recuerdo o no quiero recordar, en su mayoría son potenciales, por eso los tengo aplazados. Cuando las situaciones se presenten y con ellas sobrevengan los miedos,  confío en que tendré fuerzas para enfrentarlos, tal y como lo hecho en estos tantos años. 

1 comentario:

  1. Me encanto esta narracion, que fluyo clara y espontanea. Es un tema que nadie toca porque paradojicamente le tiene miedo a hablar de los miedos. Lo disfrute muchisimo..

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