Los sueños son el tesoro de
nuestro ser inconsciente y ponen de manifiesto una vida “nocturna” llena de símbolos que tiene relación con la
vida “diurna”. Los sueños representan
nuestros temores y deseos más íntimos. Carl
Jung, estudioso de los sueños decía que los sueños reflejaban el inconsciente
personal y también el colectivo. Aunque los
arquetipos son universales, en los sueños se traducen en símbolos personales y culturales.
Recientemente vi la
película “Sueños” del japonés Akira
Kurosawa, en la cual relata ocho sueños. Estos son arquetípicos en la medida que corresponden a etapas evolutivas
del ser humano y a grandes cuestiones humanas que nos asaltan y preocupan.Cualquier
persona de su sensibilidad, de su cultura y de su época hubiera podido tener sueños similares. Es más, en otras latitudes también hemos soñado historias
similares con símbolos de nuestra cultura.
En los dos primeros sueños nos
enfrentamos como niños al tabú
y a las cargas hereditarias de nuestros ancestros. En el primero, un niño
(quizá el mismo Kurosawa) enfrenta uno de los mitos de su cultura y por eso se
expone a morir. Al asumir valientemente el reto se encuentra con un campo de
flores y un arcoíris liberador. El niño del segundo sueño tiene que enfrentar con
lágrimas los fantasmas de unos árboles de duraznos que han sido talados por sus
antepasados. La prueba de autenticidad de la conmoción del niño es cuando
expresa frente a los fantasmas: yo puedo comprar un durazno, pero no puedo comprar
la visión de todos los árboles florecidos.
Renace entonces la esperanza de que ese niño pueda recomenzar lo que sus padres
han estropeado.
El tercer sueño narra, a mi juicio, las luchas que estamos a
punto de dejar justo cuando nos encontramos a la puerta de una solución. El cuarto
sueño es el encuentro de un joven con Van Gogh y su arte, que seduce, perturba y enriquece. Van Gogh enloquecido le dice que la belleza es
tal que se encuentra perdido dentro de
ella.Los quinto, sexto y séptimo sueños
son apocalípticos: la guerra, la destrucción, las mutaciones fruto de las explosiones
nucleares que amenazan con desnaturalizar al
ser humano.
El octavo y último sueño narrado,
tal y como sucede en el último movimiento de la Pastoral de Beethoven, es un
canto de esperanza y gratitud. Hay un clamor por volver a la naturaleza, de la
cual somos parte. El joven encuentra un anciano trabajando en al amarre de la
rueda de un molino. El anciano dice que los científicos, con todo su intelecto,
no han comprendido el corazón de la naturaleza. Este último sueño es representado
por unos molinos de agua, flores,
quietud, trabajo acompasado, celebración de la muerte como culminación de una
larga vida.
Reconstruir nuestros sueños es de
gran riqueza para el conocimiento propio y compartirlos nos hace conscientes de
cuánto tenemos en común con otros seres humanos.
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