domingo, 26 de enero de 2014

El mar en ti



El mar en ti,
En tus movimientos acompasados, en tus palabras mojadas,
En el azul de tus afirmaciones,
En el blanco de tu  transparencia.

El mar en ti,
Tú, en el mar de las profundidades ignotas
 De los sueños no realizados,
Y de las utopìas por acariciar.

El mar en ti,
En las ideas rotundas y delineadas
En las reiteraciones y obsesiones
En la inasibilidad de las aguas



El mar en ti,
Tú, en el mar de una mirada lejana,
Que aguarda los amaneceres y los atardeceres,
Para abrir y cerrar incesantemente.

El mar en ti,
Yo, el mar, el sol, el cielo, las estrellas, los peces,
Los oráculos, los ángeles misioneros
Yo, la  que contempla y es contemplada.

El mar, siempre el mar...
que viene y va,  se mece, hace espuma, descansa
Se renueva...

domingo, 19 de enero de 2014

La genética, la cultura, la consciencia


Siempre será cuestión de debate entre los estudiosos de la conducta, qué del proceder humano es cultural y qué es biológico. Y yo añadiría,  y qué  es fruto de la consciencia o evolución espiritual, ya que en todas las épocas han existido seres humanos que siendo parte de una cultura, han transgredido sus códigos y han planteado visiones inesperadas.


Qué cuota de responsabilidad en la conducta típicamente masculina la tienen sus genes,  y cuál le pertenece a la cultura, es un asunto sin resolver. Desmond Morris el autor del afamado libro “El mono desnudo” publicó no hace mucho “El hombre desnudo”. Aquí plantea  que la evolución hizo del macho humano un ser duro y arriesgado pero también cooperador e inventivo.  Que estas cualidades le venían de su herencia biológica, ya que para competir y cazar animales para su  subsistencia tuvo que desarrollar estas características. Expone también que para expresar esta herencia biológica a lo largo de la historia el hombre lo ha hecho de dos maneras, una destructiva  y otra creativa.
La mujer por su parte, según Morris, cuidada por el hombre con miras a la reproducción de la especie, no desarrolló esas características sino otras.  En su libro justifica por qué son los hombres y no las mujeres,   los que han estado envueltos en la guerra (manera destructiva) como también en los grandes inventos (manera creativa). Dice que los deportes competitivos son manifestaciones de esa condición evolutiva que impulsa los hombres a lograr trofeos, premios etc. como si fueran presas de cacería.
En este libro Morris avanza su tésis de que el hombre es cooperador por  la evolución. Mientras que el animal vegetariano come solo, el ser humano de la primera fase evolutiva (que duró cientos de miles de  años) cuando cazaba, tenía necesariamente que hacerlo en grupo y  luego también compartir  la matanza de la cacería. Es decir,  que la conducta cooperativa está en los genes de los hombres, ya que si el ser humano no hubiera cambiado genéticamente para  ser más cooperador y servicial,  las primeras tribus humanas jamás  hubieran sobrevivido.
Buscando la cooperación de otros hombres para la cacería, el macho más fuerte no podía quedarse con todas las hembras,  y así surge el sistema de apareo, que creó una mayor igualdad entre los machos. De la misma manera, el cuidado paterno de  los hijos surgió, de acuerdo a Morris, porque éstos necesitaron para sobrevivir además de la protección de la madre la del padre, ya que había otros hijos en edades de cuidado.
El autor afirma que el macho y la hembra humanos han constituido un equipo evolutivo perfecto. Yo le preguntaría a Morris ¿cómo podrá  el macho humano hacer los cambios que la cultura le demanda?  ¿Cómo podrá traicionar sus genes en el sentido de ser menos agresivo si la situación ya no lo requiere?  ¿Cómo seguir desarrollando ese espíritu cooperativo alrededor del festín que es la familia y un cuidado de los hijos no solo para que sobrevivan, sino que tengan mayor calidad de vida?
Por su parte las mujeres, aunque según esa tesis no están preparadas genéticamente para salir a cazar, se han tirado a la calle a buscar el sustento en esta revolución social y económica que las ha obligado a producir una mutación cultural.  Necesariamente si  el equipo hombre-mujer  no hace nuevos ajustes, no puede asegurarse que la cría se desarrolle en salud, fortaleza y armonía.
Una cosa es la evolución genética, otra es la cultural y otra es la consciencia. Esta última debe ser la rectora de la conducta de los seres humanos inteligentes. Con ella podríamos dar la batalla a la genética y dar los saltos culturales que demanda este orden obsoleto.


domingo, 12 de enero de 2014

Gente de primera, gente de segunda


Estamos viviendo el momento, creo que no somos tan conscientes de lo que ahora estamos sembrando; mucho menos de lo que van  a cosechar nuestros bisnietos y tataranietos. Somos como barriles sin fondo, nunca  podremos llenar nuestro barril si no arreglamos  el fondo,  si no reparamos  en el fondo.

Formamos parte de una sociedad que se presenta como ultramoderna en la tecnología, en la moda, en la arquitectura, en la comida…sin embargo carece de servicios elementales para todos los ciudadanos, sostiene ideas y prejuicios de siglos pasados y maneja sus instituciones al margen de criterios institucionales.
Juan Bosch en su libro  “Trujillo: Causas de una tiranía sin ejemplo”,  plantea que el Trujillo que toma posesión de los destinos del país en el 1930 se comenzó a gestar en el 1493, cuando los Colón y Toledo fundaron en las márgenes del Ozama una corte cuasireal y con ella una sociedad de castas. Las motivaciones del dictador en ciernes, fueron constituirse en el jefe máximo de toda la nación, para pertenecer  por decreto propio  al grupo de gente de primera del cual se sentía excluido de forma determinista. 
Algunas veces se buscan puestos de mando en pos de autoafirmación. A veces se mal usa el poder para buscar alivio a una intranquilidad interior generada por el sentimiento de poca valía. El caso de Trujillo por ejemplo, según Bosch, fue de una baja autoestima por no poder participar de los privilegios de la clase de primera de su tiempo. Esto lo llevó a erigirse como el primerísimo y a colocar a todos los demás bajo sus designios.
De la misma forma otras necesidades recónditas se movilizaron en el Dr. Balaguer,  Leonel Fernández, Hipólito Mejía, entre otros, a la hora de ejercer el poder. Ellos subyugados por  sus necesidades y carencias, ejercieron el poder  ajenos  a la misión que les había conferido el pueblo y la constitución.  
En su tesis el prof. Bosch plantea que Trujillo pudo haber contribuido a la abolición de las castas (gente de primera y gente de segunda) en el país, precisamente a partir de su  sufrimiento por la exclusión. Sin embargo se constituyó en jefe máximo, acumuló fortuna y reprimió para  seguir gobernando. Se colocó en primera fila para hacer sentir a otros en la segunda. Pensaba que así se libraría del fantasma de la mediocridad y la inferioridad. Nunca logró curarse de esos males, más bien se los contagió a muchos que todavía lo sufren y que sin conciencia lo van transmitiendo a otras generaciones. 
Ciertas personas se pasan su vida entera persiguiendo SER artificialmente algo  para llenar vacíos o carencias internas. Por más que  luchen por satisfacerlas por medios externos no podrán lograrlo. El fondo del barril se repara a base de conciencia,  conciencia del dolor, con dolor  y sin anestesia.  Tocar fondo y llegar a la propia realidad que duele y a veces no huele bien es tarea ardua.
El no trabajar adecuadamente la sutura de las heridas conlleva más heridas a las personas que nos rodean, aun sin que nos demos cuenta. Soy educadora y tantas veces he oído decir a padres sobre todo hombres “a mí me dieron muchos golpes y yo no tengo ningún trauma”. A veces he dicho: ¿Usted cree?... No hay peor trauma que el que se desconoce. 

Gente de primera o gente de segunda, no es cuestión de puestos ni de cuántos hombres y mujeres tengamos en nuestro regimiento, más bien es asunto de si nuestras acciones son vehículos de vida, y de cuán congruentes sean nuestros actos con nuestros pensamientos y sentimientos.
"El hombre superior ama su alma; el hombre inferior ama su propiedad".  (Lin Yutang)

martes, 7 de enero de 2014

Mi personal crónica política




Crecí en Moca, un hermoso pueblo de tierra adentro de la Rep.Dominicana. De pequeña, como ocurrió a muchas niñas, mis padres evitaron mi participación en un desfile en honor al jefe con el pretexto de una gripe mala. Trujillo estaba por todas partes, en mis cuadernos, en las oficinas públicas, en las salas de  algunas casas, en el centro de los parques. Era omnipresente, tanto así que cuando escuché decir a la niñera que lo habían matado me puse a llorar desconsolada como si hubiera sido un pariente cercano. 
En mi pueblo, por ser mi pueblo, hubo muchas familias lesionadas y enlutadas por el ajusticiamiento del dictador. Un par de mis mejores amiguitas se ausentaron del colegio, pesaba un aura de misterio, miradas disimuladas y un continuo aclararse la garganta  en la presencia de un extraño cuando se estaba conversando algo relativo al tema. No tenía explicación de nada, solo sentía. En ese tiempo los niños no se mezclaban en las cosas de los adultos. 
Llegó Balaguer a quien le decíamos muñequito de papel, por ahí mismo vino Echavarría y la petición del pueblo de ¡fuera!  y más adelante el ¡basta ya! de Viriato Fiallo, que era el candidato de mi abuela y por supuesto el mío. Se escuchaban críticas de Bosch porque supuestamente tenía relaciones con Fidel Castro y algunos le tenían miedo al comunismo. La presidencia de Juan Bosch fue corta, algunos simpatizaban con su forma de hablarle al pueblo y con su estilo abierto y democrático de dirigir, pero los militares, un sector de la iglesia católica y los ricos de entonces lo recelaban. 
Vino el golpe de estado a don Juan, el triunvirato y luego la guerra del 1965,  la ciudad capital estaba revuelta. Las casas de mi pueblo acogieron a parientes y amigos de Santo Domingo. En las noches de apagones las mecedoras llenaban las calles, se miraban las estrellas, se contaban cuentos y hasta se cantaba. Por esos tiempos escuché conversaciones en algunos círculos, decían que el comunismo estaba al doblar de la esquina. En mi mente ingenua pueblerina me lo imaginaba como un monstruo que venía galopante, y que  podía quitarnos nuestras pertenencias y dividir nuestra familia. 
       
Por ciertas artimañas y circunstancias Joaquín Balaguer asumió la presidencia en 1966, en mi familia se percibió  como una continuidad del régimen trujillista, así que mis padres nunca simpatizaron con él. Comenzaron las represiones a los jóvenes y movimientos contrarios al régimen. En mi pueblo había jóvenes que se decían comunistas, algunos de ellos me simpatizaban. Oía sus discursos sobre la desigualdad, las clases sociales y las injusticias. Me sentía interpelada en mis comodidades. Deseaba a veces la llegada abrupta de ese régimen que pudiera emparejar la gente y ponernos a todos al mismo  nivel.

Llegó el 1974, estaba dotada por primera vez del documento necesario para votar, ¡qué emoción!, mis primeras elecciones. Se retiró el  Acuerdo de Santiago, contrincante de Balaguer  y quedó como candidato único real, Balaguer, así que mi papá nos llamó a la abstención y por suerte estuve de acuerdo.
Al pasar de los doce años surgieron partidos políticos que podían traer cambios sustanciales a través del voto popular. Un consolidado PRD y un naciente PLD devolvieron la esperanza de cambio. No queríamos a Balaguer  que había causado estragos en la juventud e intelectuales que tenían  inquietudes de verdaderos cambios. A  partir del 1978 se inició una ruta democrática con ideas progresistas desde el punto de vista social. Poco a poco la ambición desmedida de poder y dinero se fue tragando las ilusiones.
Volvimos a las urnas en el 82 y el deterioro del PRD continuó.  Luego vino  el funesto 86 para traer de nuevo a un Balaguer dizque recauchado. El año 90 significó para mí un repunte de las ilusiones, hice campaña a favor de Bosch por calles y carreteras, una vez por ejemplo, le quité a mi hija de dos años su faldita morada para sacarla por la ventana en el trayecto de la carretera del Cibao. Presencié deprimida su derrota por fraude  y en el 94 el gran engaño a Peña.  
En el 1996 con una estratagema prodigiosa salió casi de la nada un adulto joven  y me dije,  vamos a ver  cómo nos va con este señor tan serio, tan inteligente, que viene desde abajo muy superado, que lo único malo que tiene es haber pactado con Balaguer. Nuevamente desilusionada. Me exhorté en el 2000, a confiar en este hombre de campo, sincero y transparente, que además no necesitaba hacerse rico porque ya lo era. La historia es conocida por todos. 
Para esta fecha ya muchos hemos perdido las esperanzas de justicia, de equidad mínima, de honestidad. En todos estos años hemos visto a algunos de nuestros amigos claudicar y sumarse a proyectos convenientes. Otros se han quedado orillados. Algunos trabajan como hormigas en su diario quehacer, pero no les sirve de nada. Comienzan a nacer nuevos proyectos políticos, sospechosos algunos. Los partidos políticos están desprestigiados, pero no es fácil promover candidaturas  fuera de ese marco. Las cámaras sirven a intereses conocidos y no al desarrollo de los valores democráticos, el sistema judicial también está expropiado por  causas particulares. El nuevo gobierno se esfuerza pero ha hecho pactos que lo frenan.
Han pasado más de 50 años de la caída de Trujillo y todavía nuestra democracia se tambalea. Pero  lo más triste es que quienes no la dejan reafirmarse son de los mejores discípulos de aquel hombre que hace ya 50 años apostó sin ambages a la construcción de una verdadera democracia.