viernes, 4 de octubre de 2013

Migraciones y consensos

Vivimos en una época de trasiegos, reales y virtuales. Solo hay que  estar en un aeropuerto y observar por unos minutos la cantidad de personas que como hormigas se mueven para uno y otro lado. También podemos pulsar el mouse,  entrar y salir a los diversos mundos virtuales y  sentirnos parte de la gran comunidad cibernética. 
Hace miríadas de  años el ser humano fue nómada por necesidad  cuando se agotaron los recursos de su entorno. Emigraba buscando sustento y así se fue expandiendo como el fuego por la faz del planeta. Se fue diferenciando y adoptando colores, tamaños, rasgos  y expresiones diversas, tan diferentes que se olvidó de su origen. Llegó hasta el punto de trazar fronteras y construir muros.
El nomadismo es una tendencia humana así como lo es el sedentarismo. La diferencia hoy día es que las tierras a las cuales nos movemos ya han sido ocupadas previamente por otros inmigrantes. Entonces es preciso hacer concesiones, negociaciones,  tratados. Exceso de visas, conquistas, guerras, separaciones, protecciones, eso heredamos de los siglos anteriores. El siglo XXI  es el tiempo para  establecer encuentros  de culturas consensuados.  
En el siglo XV España ocupó gran parte de América con su gente y su cultura. Cinco siglos después miles de latinoamericanos se embarcan hacia España para trabajar y para estudiar. Ambos grupos reconocen una necesidad mutua. ¿Qué sería de muchos  ancianos españoles sin los cuidados de tantas dominicanas? ¿Qué sería de muchas universidades españolas si les arrancan los miles de dominicanos que estudian en sus recintos? ¿Qué sería de tantos españoles si les suspenden sus inversiones en estas playas?
Actualmente, a pesar de las evidencias, nos encaminamos a relaciones de igualdad, porque mutuamente nos necesitamos. Los norteamericanos y los mejicanos se necesitan.  Nos necesitamos los haitianos y los dominicanos,  se necesitan los emigrantes de pueblos musulmanes y los europeos.
Hay y habrá resistencias y rabietas pero a la larga tendremos que entendernos. Colocar sobre la mesa de negociaciones lo mejor que tenemos y dejarnos de tonterías, porque como el cuento del ratón y el león, el que parece en un momento más poderoso podría ser el más vulnerable. Es asunto de autoestima y conocimiento propio, de potencialidades y limitaciones. Ya pasó de moda la soberbia, el resentimiento y la autocompasión.



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