A diferencia de las plantas y los animales el ser humano es
el único ser vivo que nace, crece, no siempre se multiplica, pero sigue
creciendo en conciencia, sabiduría…
En la naturaleza y en las plantas podemos encontrar
reflejados nuestros ciclos vitales. Continuamente estamos cambiando. Nuestros ciclos se parecen a la primavera,
verano, otoño e invierno. Nuestras estaciones personales no son tan simétricas
como las naturales. Hay inviernos que duran años y primaveras fugaces. Sin
embargo, los inviernos expanden la conciencia y permiten vivir a plenitud la primavera.
Los seres humanos no nos movemos en línea recta, ni
hacemos escaladas constantes, a veces nos detenemos y otras retrocedemos; caminamos haciendo zigzag
y tenemos continuamente oportunidades de renovarnos y crecer. Después de
multiplicarnos no morimos irremediablemente como lo hacen algunas plantas, podemos seguir descubriendo
nuestro potencial que no nos ha sido revelado tan claramente como a un
animal o a una planta. No estamos predeterminados, podemos seguir explorándonos
hasta el fin de esta vida y descubriendo nuevas facetas.
La cultura, que tantas posibilidades nos ofrece también
puede limitarnos. Sin embargo, la conciencia nos interpela y esa capacidad
exploratoria propia de todos los humanos nos invita a redescubrirnos.
Darnos por requeteconocidos y sabidos a nosotros mismos es como morir en vida,
pretender que conocemos exhaustivamente
a los otros los paraliza y encuadra.
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