Los seres vivos nacen, crecen, se
multiplican y mueren. ¿Quién de nosotros alguna vez no recitó esta oración de
memoria? Tanto la repetimos que algunos se han limitado a esas
funciones vitales y ya recorridas las dos terceras partes de la vida , esperan solo la muerte.
A diferencia de las plantas y los animales el ser humano es
el único ser vivo que nace, crece, no siempre se multiplica, pero sigue
creciendo en conciencia, sabiduría…
En la naturaleza y en las plantas podemos encontrar
reflejados nuestros ciclos vitales. Continuamente estamos cambiando. Nuestros ciclos se parecen a la primavera,
verano, otoño e invierno. Nuestras estaciones personales no son tan simétricas
como las naturales. Hay inviernos que duran años y primaveras fugaces. Sin
embargo, los inviernos expanden la conciencia y permiten vivir a plenitud la primavera.
Los seres humanos no nos movemos en línea recta, ni
hacemos escaladas constantes, a veces nos detenemos y otras retrocedemos; caminamos haciendo zigzag
y tenemos continuamente oportunidades de renovarnos y crecer. Después de
multiplicarnos no morimos irremediablemente como lo hacen algunas plantas, podemos seguir descubriendo
nuestro potencial que no nos ha sido revelado tan claramente como a un
animal o a una planta. No estamos predeterminados, podemos seguir explorándonos
hasta el fin de esta vida y descubriendo nuevas facetas.
La cultura, que tantas posibilidades nos ofrece también
puede limitarnos. Sin embargo, la conciencia nos interpela y esa capacidad
exploratoria propia de todos los humanos nos invita a redescubrirnos.
Darnos por requeteconocidos y sabidos a nosotros mismos es como morir en vida,
pretender que conocemos exhaustivamente
a los otros los paraliza y encuadra.
Los sentidos nos acompañan siempre, en nosotros está la
decisión de afinarlos, explorando nuevos sabores, olores, texturas, sonidos,
visiones. El ser humano es el único ser vivo que puede renovarse a conciencia
aun en la vejez. Aprender un idioma, intentar desarrollar una
habilidad, servir a los demás, interesarse por cosas nuevas, hacer nuevas
amistades, es como abrir nuevos caminos cerebrales. De esta
forma estamos haciendo pleno nuestro ciclo vital como seres humanos,
que no es tan sencillo como el del resto de los seres vivos.
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