Soy de las personas que nunca pierdo la esperanza, soy
optimista de naturaleza, quizá por herencia, por sobrevivencia afectiva o por
miedo al dolor inminente. Sobre mi país soy de las que digo, aunque las cosas
pinten mal, que por lo menos las verdades y malestares están saliendo a flote, que por fin habrá una
marcha de pendejos tan grande que será apabulladora y que entonces las
autoridades tomarán consciencia, que somos una sociedad más democrática y
plural…
Algunos días me he
unido a las protestas en contra de la corrupción en las cercanías de OISOE.
La corrupción en esa institución fue tan evidente que llevó a una persona al
suicidio. Ahora bien, ya se sabía que una
oficina como ésa se podía prestar para eso, es poner pólvora en manos de un
pirómano. Hay muchas modalidades de corrupción estatal, pero tambièn las hay de
muchos tipos dentro de las instituciones bancarias y empresariales. Es más, me
atrevería a decir que hay algunas formas de corrupción que están legalizadas, por ejemplo,
a nadie lo llevan a juicio por percibir un salario exorbitantemente alto, o elevados beneficios a fin de año como ocurre en algunas instituciones bancarias. Son tantos los gastos internos que tienen, que no permiten bajar los intereses ni los porcentajes de las tarjetas de crédito. Todo esto atenta contra la equidad y justicia social.
Antes se decía que los funcionarios públicos se corrompían
porque sus salarios eran tan modestos que no les alcanzaban para un vida digna
y de cierta comodidad merecida. Ahora con todo y los salarios altos hacen
negocios relacionados con la misma institución donde trabajan, utilizando
información, relaciones y a eso no se le llama corrupción sino emprendimiento. Pero ¿quién denuncia la corrupción? Ahí está el problema,
hizo falta la carta de un difunto por suicidio para destapar el sistema de la
OISOE. Cuando la corrupción se instala, los vivos no la denuncian porque el
sistema no se lo permite, todos están amparados bajo las mismas “leyes”
e incumplirlas o denunciar podría ser nefasto para la persona que lo
haga. ¿Frente a quien pone la denuncia? ¿Cuál sería el precio
a pagar por semejante osadía? Si te quedas afuera del sistema ¿qué va a pasar
con tu negocio o con tu procedimiento?
La corrupción lo corrompe y desmoraliza todo, esa es su
función, que nadie tenga autoridad para decir nada, ni reclamar nada, es más ni
el presidente, o jugamos todos o se rompe la baraja. El embajador de los
Estados Unidos ha dado una voz de alarma, sin abstracciones, ha puesto ejemplos
y casos que aunque no tengan nombre y apellido tienen ciudadanía y están
tocando una fibra sensible para la economía, las inversiones.
Las protestas deberían ser masivas y de todos los sectores
sociales. Las protestas deberían ser por familias con abuelos y nietos, sin
ningún interés partidista por ahora, por supuesto que si las actuales
autoridades no dan señales concretas de iniciar el proceso de mejora hay que
derrotarlas en las urnas.
La corrupción es legítima porque: -es validada por las
mayorías que ejercen el poder y sumisamente por quienes lo sufren, - no es perseguida
por la justicia y -porque es el mejor
modo de que los procedimientos caminen. Y si es legítima ¿quien la desligitimará?
Me temo que estoy desesperanzada, yo también estoy
involucrada. ¿Quien podrá identificar la
corrupción y quién se atreve a
denunciarla concretamente, hasta la autodenuncia?, es una especie de inmolación,
de suicidio. Mientras tanto hay que protestar a ver si las palabras penetran en
la consciencia y de ahí impactan a la acción.