Después de una larga tregua veraniega vuelvo a mis andanzas
escriturales como una forma de organizar mi pensamiento para entender y
entenderme, comunicarme y dialogar en medio de este mar de sargazos donde nadar
es difícil, mucho màs llegar a puerto, limpio y sin enredos.
Los primeros habitantes del planeta se movían por entre el
mismo según necesidades, encontrando como obstáculos solo animales y lianas. Por
este instinto migrante fueron poblando la tierra y diferenciándose unos de
otros como mecanismo adaptativo. A la vez el instinto sedentario fue
construyendo asentamientos alrededor de los ríos y en las tierras más feraces. Sin
embargo el ser humano nunca paró de dejar a su padre y a su madre para buscar
mejor vida.
De las frías estepas llegaron a las tierras más calientes
del mediterráneo, del oeste vinieron al este a través de embarcaciones y en
largas caminatas. Ha sido así a lo largo de la historia, el movimiento es lo
permanente como una respuesta a nuevas necesidades. Cuando los ingleses,
alemanes emigraron a tierras de Norte América para establecerse y comenzaron a
repartirse las tierras, algunos de los siouxs originarios que no querían someterse a ese
injusto reparto, emigraron más al norte a
costa de enfermedades y calamidades. Cuando
los españoles emigraron en busca de oro impusieron sus costumbres y leyes, nuestros aborígenes no
pudieron emigrar a su vez, sino que sucumbieron a las enfermedades y debilidad
corporal y espiritual.
No han parado las migraciones por este mundo ancho pero cada
vez más ajeno (Ciro Alegría). Ya las tierras están tomadas, entonces los
emigrantes se sienten muchas veces entre callejones sin salida. La oleada migratoria
de los últimos meses desde Africa y Asia hacia Europa es una muestra bien
documentada y sin precedentes de vocación
migratoria del ser humano. Sin excepción, ningún país del mundo está exento de
la emigración. Rusos, franceses, alemanes por ejemplo, vienen a estas tierras
tropicales buscando nuevas sensaciones y nuevos paraísos donde encontrar
placeres, disfrutar sus fortunas o simplemente encontrar calor y paz.
De Suramérica hemos recibido argentinos y venezolanos y
ellos mismos nos han recibido a nosotros en diferentes momentos de los últimos
40 años. Nosotros los dominicanos hemos migrado en masa a USA, a España y
últimamente a Canadá que ha abierto sus puertas de forma reglamentada a profesionales
dominicanos. Nosotros, país pobre y en desarrollo hemos traído y recibido a los
haitianos, en su momento no regulamos esta migración y ahora queremos resolver
en meses lo que se ha instalado como cultura migratoria durante años. El
problema de esta migración es el componente histórico, político y racial que
comporta.
Nuestro problema es viejo y no sembrado por Duarte, Sánchez
y Mella como se quiere hacer aparecer, sino capitalizado por Trujillo que en el
fondo prevalece en el inconsciente de algunos dominicanos que sin darse cuenta lo
toman como ejemplo: lo que él dijo, lo que hizo, lo que avizoró. El tirano abrió
las puertas del país a diferentes migraciones: japoneses, judíos y españoles,
con la intención en parte de “blanquear” la raza (su mal querida etnia), a la
vez ordenó la matanza de haitianos en un gesto profundamente racista y
nacionalista, actitudes que normalmente viajan juntas.
Ambos a dos, Bosch y
Saramago explican la actitud clasista y racista de Trujillo. En su libro “Trujillo,
causas de una tiranía sin ejemplo”, Bosch expresa que “Trujillo confunde al pueblo
dominicano con él, lo que importaba al dictador
no era liquidar la tradicional división de castas del país, sino
hacerlas depender de su persona. Pudo haber procedido con una visión nacional y
progresista del mal que había sufrido, y en ese caso hubiera usado su poder en
eliminar los clubs del país y arrancar para siempre la semilla de la división”.
En
un escrito sobre las migraciones Saramago da en el clavo del porqué de esa
actitud de Trujillo, cuyos ancestros fueron pobres emigrantes de Haití: “Aquel que
antes fue explotado y perdió la memoria de haberlo sido, acabará explotando a
otro. Aquel que antes fue despreciado y finge haberlo olvidado, refinará su
propia capacidad de despreciar”.
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La teconología y los medios de comunicación masivos, nos
permiten informarnos instantáneamente y documentar fotográficamente la calamidad de
las guerras y la pobreza, dos de las principales causas de la migración. Es relativamente
más fácil mirar el fenómeno migratorio desde lejos. Ojalá que esas imágenes nos
sirvan para encarar el nuestro con sensibilidad, razonabilidad,
institucionalidad y sentido práctico. A la vez, digamos NO a todo gesto o
perorata nacionalista que lo que busca es sazonar nuestros miedos atávicos, y que
cultiva ese trujillismo (complejos, racismo, autoritarismo) que no acabamos de exorcizar.
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