domingo, 22 de diciembre de 2013

Jesús nació pobre, pero no miserable

En esta época celebramos el nacimiento de Jesús en una gruta de Belén, porque “no había sitio en la posada”. Miles de peregrinos, según cuentan algunos de los evangelios, se trasladaban a la ciudad de sus padres para el censo convocado por el césar romano. Belén es una ciudad llena de grutas, es probable que muchos otros peregrinos pararan en grutas porque la pequeña ciudad de Belén estaba congestionada. María y José los padres de Jesús eran pobres, pero en su ciudad, Nazaret, no padecían la pobreza extrema de los mendigos, los sin techo, enfermos desahuciados, no, el padre de Jesús era carpintero. Es decir era obrero, trabajaba y ganaba para el sustento. Quizá era pobre porque no era rico, ni pertenecía a las clases dominantes de su tiempo, pero no era un mendigo, ni un miserable en la acepción de Víctor Hugo.

Los cristianos valoramos la pobreza porque entre otras cosas ella significa desapego, capacidad de compartir con otros porque ellos nos necesitan y a su vez los necesitamos. La riqueza es muy criticada en los evangelios porque muchas veces viene acompañada de angurria y egoísmo. La miseria es otra cosa, a diario constatamos cómo la miseria llega a deteriorar la persona, su cultura y sus valores. Pero eso mismo sucede con la mucha riqueza. El pobre extremo pierde capacidad de lucha, de planificación y previsión; su persona se ve amenazada constantemente. El rico extremo cree que todo lo puede y le es permitido, pierde sensibilidad y contacto con la realidad.
La búsqueda  de la riqueza se torna en una adicción. Hay que vender más cada día para ganar más. En los negocios no se permite quedar empate, eso está en contra de la cultura de la empresa. Hay que ganar más que el año pasado, aunque sea a costa de que haya más pobres, o de que se perjudique el medio ambiente. Hay que vender más  aunque sea bajando la calidad a los productos.
Por su parte la pobreza extrema  te hunde como en un charco de lodo; no hay manera de salir a no ser que un ángel milagroso te salve. Los intentos de emerger son infructuosos porque no tienes cómo agarrarte ni apoyarte. Puedes sobrevivir con el poco de agua, comida y mala educación que vienen a  traerte a tu charco algunos aprovechados. Esos  mismos  que luego te traerán las urnas para que los reconozcas y eches el voto por ellos.
No se puede construir una democracia en una sociedad de miserables y ricos extremos. No hay espacios de encuentro comunes, no se pueden discutir asuntos de interés mutuo. Los intereses del rico extremo superan toda lógica y racionalidad.  No hay impuestos que valgan, no hay derechos ni deberes, no hay deudas que puedan honrarse, no hay altruismos sin segundas intenciones. Las acciones del rico extremo se colocan en una categoría que va más allá del bien y el mal.Al fuego del  amor por el dinero, sus apetencias herven como la  leche hasta rebosar.Su fortuna es directamente proporcional a su insensibilidad para conseguir sostenerla a cualquier precio.
Por su parte el interés del pobre extremo no va más allá del próximo minuto. Tiene la percepción de que su vida no vale nada, por eso se expone sin pudor a todos los peligros o se cruza de brazos esperando la muerte. Cree que su dignidad se la comieron los ratones, por eso se arrastra en busca de  dádivas o se vende al mejor postor.
La pobreza y riqueza extremas es una de las claves para entender por qué el narcotráfico,  sicariato, la prostitución encuentran en nuestras sociedades latinoamericanas tan fácil cultivo. Y es que la riqueza  y la miseria se encuentran en ese punto donde suelen encontrarse los extremos para darse la mano: en un deterioro del aprecio por lo humano, por la  vida humana. Algunos  pequeños narcotraficantes de drogas experimentaron la pobreza extrema. Surgieron de uno de esos  charcos de lodo. Sufrieron abusos extremos que le comieron su sistema de valores.  
Valorar la pobreza como la posibilidad de apertura hacia el otro, como posibilidad de poner el foco en ser humano, es un acierto del cristianismo. A esta la llamamos pobreza de espíritu. Pontificar sobre la pobreza es peligroso.Querer que haya pobres para seguir el proceso de acumulación de riquezas es una distorsión aberrante del mensaje de Jesús quien se compadeció de los miserables hasta el extremo de querer  liberarlos de esa miseria que él no compartía.   
Ojalá que en el año 2014 podamos regular la reproducción de  pobres y ricos extremos y disponer  de  políticas sociales efectivas, de un sistema judicial veraz,  eficaz  y de una educación de calidad para todos sobre todo para los más pobres. De otra forma olvidemos la democracia y demos la bienvenida para un buen rato a  la dictadura de los narcos, de la delincuencia o de cualquier otra forma  de barbarie.


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