lunes, 28 de octubre de 2013

Estar dentro-Mirar desde afuera



En la constante  búsqueda  de la verdad se requiere tanto  participar desde dentro, como  alejarnos y mirar desde afuera. La permanencia continua en  un  contexto puede obnubilar la mirada e  impedir  observar la realidad  con cierta objetividad.  Juzgarla  desde afuera sin involucrarnos, nos pudiera colocar en una posición pedante, de pretendida asepsia y poco comprometida.
Muchos  dominicanos podrían entender como natural, carecer de servicios de agua y de electricidad; como  normal el desorden en las calles,  la basura tirada  y  las fortunas acumuladas  en tan poco tiempo.
Sólo el que se encuentra fuera del partido del gobierno puede darse cuenta de lo absurdo   que es iniciar una campaña política para derrotar al candidato de la facción del presidente que a su vez es de su mismo partido.
En la  familia por ejemplo, los jóvenes necesitan alejarse de ella para  valorarla. Han crecido en una familia, la única para ellos. La familia los ha afectado y los ha condicionado a mirarla con absolutismos temporales de acuerdo a sus necesidades y conveniencias. Ninguna familia es perfecta para nadie. Todas sin excepción tienen sus tensiones y dejan sus carencias. Estar dentro de ella  permite  catalizarla, mirarla desde fuera capacita para valorarla más objetivamente.
De igual manera  pudiera ocurrir con la iglesia católica. Aquellos que  han tomado distancia  física o mental pueden apreciar con mayor claridad los cambios necesarios que tienen que ocurrir para dar respuestas a las necesidades profundas de la gente de nuestro tiempo.
La institución escolar no es la excepción. Ofrecer a los maestros y directivos  la posibilidad de ver su escuela  y su desempeño desde la lejanía les ayuda a visualizar los cambios necesarios para revitalizar su ejercicio en favor de la educación de niños y jóvenes.
En fin que lo más sano para nosotros y para la realidad es aprender a  movernos de forma permanente  dentro del continuum dentro-fuera para impedir  la esclerosis del  pensamiento,  la conciencia y la acción. De entrada lo sabemos: que estar permanentemente afuera nos resta autoridad y nos hace nihilistas y a veces  sarcásticos. Que estar sumergidos en una realidad nos puede llevar al ahogo por falta de oxígeno, fanáticos por  la seguridad que nos proporciona el atarnos a una posición que creemos incuestionable y embotados por no encontrar nada ni  nadie que nos  estimule a pensar crítica y creativamente.   


lunes, 21 de octubre de 2013

Vocación de plenitud

Los  seres vivos  nacen, crecen,  se multiplican y mueren. ¿Quién de nosotros alguna vez no recitó esta oración de memoria? Tanto la repetimos que algunos se han limitado a esas funciones vitales y ya recorridas las dos terceras partes de la vida , esperan solo la muerte.
A diferencia de las plantas y los animales el ser humano es el único ser vivo que nace, crece,  no siempre se multiplica, pero  sigue creciendo  en conciencia, sabiduría…
En la naturaleza y en las plantas podemos encontrar reflejados  nuestros ciclos vitales. Continuamente estamos cambiando. Nuestros ciclos se parecen a la primavera, verano, otoño e invierno. Nuestras estaciones personales no son tan simétricas como las naturales. Hay inviernos que duran años y primaveras fugaces. Sin embargo, los inviernos expanden la conciencia y permiten vivir  a plenitud la primavera.
Los seres humanos no nos movemos en línea recta, ni hacemos escaladas constantes, a veces nos detenemos y otras  retrocedemos; caminamos  haciendo zigzag y  tenemos continuamente oportunidades de renovarnos y crecer. Después de multiplicarnos no morimos irremediablemente como lo hacen algunas  plantas, podemos seguir descubriendo nuestro potencial que no  nos ha sido revelado tan claramente como a un animal o a una planta. No estamos predeterminados, podemos seguir explorándonos hasta el fin de esta vida y descubriendo nuevas  facetas.
La cultura, que tantas posibilidades nos ofrece también puede limitarnos. Sin embargo, la conciencia nos interpela y esa capacidad exploratoria propia de todos los humanos  nos invita a redescubrirnos. Darnos por requeteconocidos y sabidos a nosotros mismos es como morir en vida, pretender que conocemos  exhaustivamente a los otros los paraliza y encuadra.  
Los sentidos nos acompañan siempre, en nosotros está la decisión de afinarlos, explorando nuevos sabores, olores, texturas, sonidos, visiones. El ser humano es el único ser vivo que puede renovarse a conciencia aun en la vejez. Aprender  un  idioma, intentar desarrollar una habilidad,  servir a los demás, interesarse por cosas nuevas, hacer nuevas  amistades,  es como abrir nuevos  caminos cerebrales. De esta forma  estamos haciendo pleno nuestro ciclo vital como seres humanos,  que no es tan sencillo como el del resto de los seres vivos.  


viernes, 4 de octubre de 2013

Migraciones y consensos

Vivimos en una época de trasiegos, reales y virtuales. Solo hay que  estar en un aeropuerto y observar por unos minutos la cantidad de personas que como hormigas se mueven para uno y otro lado. También podemos pulsar el mouse,  entrar y salir a los diversos mundos virtuales y  sentirnos parte de la gran comunidad cibernética. 
Hace miríadas de  años el ser humano fue nómada por necesidad  cuando se agotaron los recursos de su entorno. Emigraba buscando sustento y así se fue expandiendo como el fuego por la faz del planeta. Se fue diferenciando y adoptando colores, tamaños, rasgos  y expresiones diversas, tan diferentes que se olvidó de su origen. Llegó hasta el punto de trazar fronteras y construir muros.
El nomadismo es una tendencia humana así como lo es el sedentarismo. La diferencia hoy día es que las tierras a las cuales nos movemos ya han sido ocupadas previamente por otros inmigrantes. Entonces es preciso hacer concesiones, negociaciones,  tratados. Exceso de visas, conquistas, guerras, separaciones, protecciones, eso heredamos de los siglos anteriores. El siglo XXI  es el tiempo para  establecer encuentros  de culturas consensuados.  
En el siglo XV España ocupó gran parte de América con su gente y su cultura. Cinco siglos después miles de latinoamericanos se embarcan hacia España para trabajar y para estudiar. Ambos grupos reconocen una necesidad mutua. ¿Qué sería de muchos  ancianos españoles sin los cuidados de tantas dominicanas? ¿Qué sería de muchas universidades españolas si les arrancan los miles de dominicanos que estudian en sus recintos? ¿Qué sería de tantos españoles si les suspenden sus inversiones en estas playas?
Actualmente, a pesar de las evidencias, nos encaminamos a relaciones de igualdad, porque mutuamente nos necesitamos. Los norteamericanos y los mejicanos se necesitan.  Nos necesitamos los haitianos y los dominicanos,  se necesitan los emigrantes de pueblos musulmanes y los europeos.
Hay y habrá resistencias y rabietas pero a la larga tendremos que entendernos. Colocar sobre la mesa de negociaciones lo mejor que tenemos y dejarnos de tonterías, porque como el cuento del ratón y el león, el que parece en un momento más poderoso podría ser el más vulnerable. Es asunto de autoestima y conocimiento propio, de potencialidades y limitaciones. Ya pasó de moda la soberbia, el resentimiento y la autocompasión.