Siete maridos ha tenido doña Democracia, la hoy desvencijada
señora, que padece males de salud provocados por la conflictiva relación
con sus maridos y la dificultad de criar buenamente a todos sus hijos.
El primer amor de Democracia fue un caballero educado, reflexivo
y honesto. La ayudaba en su educación, le recitaba poemas y la trataba con gran delicadeza y ternura. Colaboraba en la casa y velaba continuamente por su bienestar. Juntos
proyectaron su vida en común para siempre. Pero el matrimonio duró poco
ya que una noche un grupo de hombres funestos la secuestró. La violaron
y maltrataron; algunos aseguraron que había muerto. Entonces, a su marido le sobrevino
una gran dolor y se fue del país.
Pocos años después un sabichoso anciano la rescató y le
prometió ayudarle a criar sus hijos. La doña, que todavía era una moza creyó en sus palabras lisonjeras y transigió en casarse con él. Todavía
no se había completado el año de bodas, cuando democracia comenzó a ser vejada y
golpeada, su marido no la dejaba hablar con nadie, era extremadamente celoso,
le daba pelas a sus hijos y le infligía castigos muy severos. Doña Democracia
lloraba a escondidas, y añoraba a su amado esposo anterior. Un buen día Democracia se envalentonó, buscó ayuda de sus vecinos y escapó.
Su tercer marido era un hombre adinerado pero sencillo, le
hizo lindas promesas, y se la llevó a pasear por los campos. Democracia se sentía
feliz de relacionarse con tanta gente buena y de percibir su admiración y cariño. Su esposo era un hombre honrado, respetuoso y de pocas palabras, pero comenzó a reunirse con
mucha frecuencia con amigos y familiares para beber y jugar gallos, a veces salía y llegaba tarde. Democracia se lamentaba y le
decía: "pero cuidado si es que ya no me amas, le estás haciendo más caso a ellos que a
mí". Su marido estaba entre la espada y la pared, así que un buen día la abandonó.
Fue así como doña Democracia vino a tener una relación muy pasajera
con un hombre, aunque ella no lo cuenta entre sus maridos. Aunque no lo amaba,
no fue malo con ella. Al poco tiempo se dejaron y ella casó en cuartas nupcias con un hombre serio, rígido y conocedor de sus deberes y derechos. Doña Democracia estaba feliz con este hombre, él sí que la
entendía, era un hombre considerado, le daba una buena mesada para la
manutención de sus hijos, no alardeaba de macho y le gustaba discutirlo todo
con ella. Al principio antes de acostarse hablaban de los hijos, de cuál sería
la mejor escuela para ellos, de darle a cada cual según sus méritos, que sus derechos
y deberes etc. Sin embargo él también comenzó a juntarse
con amigos y a perder de vista las necesidades elementales de sus hijos. Continuamente asistía a tertulias políticas y económicas, esas voces llegaron a ser más importantes que la voz de su esposa Democracia, así que ella se
desencantó.
Pasó mucho trabajo aunque enamorados no le faltaron. Aceptó
volver con su segundo marido, hombre tranquilo y ya muy anciano, quien le solicitó que pasara con él
los últimos añitos de vida que le quedaban. Le ofreció seguridad y paz,
así que ella regresó con él, no sin antes percatarse que era un tramposo. Aunque el
viejo ya no era tan celoso, no dejaba de ser controlador y lo peor, ella se
daba cuenta de que era un hombre rencoroso y de malos sentimientos, así que lo
dejó.
Doña Democracia sufrió mucho, en ese momento hasta creyó ver llegar
a su amado primer marido, pero solo fue un espejismo. Tuvo un enamorado muy comprometido con ella, elocuente e
inteligente, que le gustaba mucho y que le prometía llevarla a pasear a países extranjeros.
Ya se veía ella del brazo de su amante con bandas y medallas de reconocimiento,
pero el racismo de sus hijos cuestionaba esta relación. Intempestivamente su enamorado enfermó y murió dejándola desconsolada y triste.
No tuvo otra alternativa que casarse por quinta vez, ahora
con un hombre de mediana edad, intelectual y de expresión muy correcta que visitaba
mucho al viejo antes de morirse. Este hombre la conquistó con su verbo y sus propuestas
de prosperidad y de construirle una casa moderna, grande y bonita para sus hijos.No fue enseguida que doña
Democracia se dio cuenta que su marido no sabía aterrizar sus sueños,
que no establecía prioridades y que confundía la realidad y la fantasía. Al principio
ella lo quiso ayudar pero luego se percató que su marido no tenía firmes propósitos
y ella dudaba de si tenía buenas intenciones. Observaba que su esposo se quedaba en casa con una bata de seda hasta muy entrada la mañana y que recibía amigos para planificar unos raros
negocios. No sabía ella cómo deshacerse de este quinto marido, ya que le hacía promesas que parecían convincentes, además a veces la sacaba a pasear para presentarla en playas extranjeras. De todos modos le pidió el divorcio
Contrajo nupcias
por sexta vez con un hombre expresivo, alegre y campechano. Pronto construyeron varias casas
por los campos, reían, comían y bebían, tenían muchos amigos. Aun así, Democracia no se sentía
contenta. Su marido no tomaba decisiones sopesadas, era impulsivo y tomaba a bromas asuntos muy serios. Era
cariñoso con ella pero no sabía administrar el dinero, así que comenzaron a
perderlo todo y doña Democracia vio a sus hijos sufrir de carencias
elementales.
La tentación de buscar estabilidad económica para sus hijos la llevò a volver con su quinto marido, pero pronto se arrepintió, las características que ella había observado antes se habían agudizado, así que lo abandonó. Fue así como casó por séptima vez con un hombre de pocas
palabras, pensativo, de mirada profunda y que decía que podía concretar las aspiraciones
de una mujer de su condición y con muchos hijos que le demandaban mejores
condiciones de vida. Este séptimo marido le prometió que le iba a
construir la casa con todas las comodidades para que todos sus hijos e hijas pudieran entrar
y salir con seguridad e invitar sus amigos. Le prometió que los iba a defender de
los abusadores, que iba a mantener la casa en orden y que todo el
dinero que ganara lo iba a poner a disposición de ella y de sus hijos. No ha
sido así, sin embargo no da razones, ni explica nada.
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