domingo, 2 de febrero de 2014

La Oda a la Claridad de Pablo Neruda

Esta oda es una de mis favoritas, como amante de lo natural me siento identificada con cada verso. Habla el poeta al inicio en primera persona y luego habla la claridad como fenómeno humanizado y se confunde con el poeta, o el poeta con ella, en ese afán sempiterno de apostar por el amor y la alegría. Quizá eso es lo que me conmueve. El amor que como la claridad se abre paso para iluminar las sombras. La claridad delante que hace aparecer la sombra detrás, o la claridad detrás que alumbra el camino y que también proyecta sombras. En ambos casos, la claridad que trae alegría, porque abre senderos de conocimiento al exterior o al interior de nosotros mismos.El amor siempre presente en el camino, el amor a todas la criaturas que la claridad deja ver. La claridad que se abre paso y dignifica. Es pretencioso de parte del poeta convertirse en claridad, pero sus versos iluminan realidades y despiertan sentimientos. 

Somos optimistas para contrarrestar el pesimismo, tenemos fe porque no lo entendemos todo. Entre la belleza y el sinsentido escojo la primera, entre el amor y el miedo me quedo con el amor.Entre la libertad y la dependencia apuesto por la libertad.Entre la luz y la obscuridad, prefiero la luz aunque haga sombras. Reivindico la claridad de estas palabras para fortalecerme serena y suavemente,  sin aspavientos ni fanatismos. Reivindico la claridad de que solo el amor iguala a los desiguales. Reivindico la utopía de caminar con otros dando y recibiendo, sin obligaciones pero con la generosidad que  cultiva el amor.



ODA A LA CLARIDAD  (Pablo Neruda)
 
   La tempestad dejó 
   sobre la hierba 
   hilos de pino, agujas, 
   y el sol en la cola del viento. 
   Un azul dirigido 
   llena el mundo. 
 
   Oh día pleno, 
   oh fruto 
   del espacio, 
  mi cuerpo es una copa 
  en que la luz y el aire 
  caen como cascadas. 
  Toco 
  el agua marina. 
  Sabor 
  de fuego verde, 
  de beso ancho y amargo 
  tienen las nuevas olas 
  de este día. 
  Tejen su trama de oro 
  las cigarras 
  en la altura sonora. 
  La boca de la vida 
  besa mi boca. 
 
  Vivo, 
  amo 
  y soy amado. 
  Recibo 
  en mi ser cuanto existe. 
  Estoy sentado 
  en una piedra: 
  en ella 
  tocan 
  las aguas y las silabas 
  de la selva, 
  la claridad sombría 
  del manantial que llega 
  a visitarme. 
  Toco 
  el tronco de cedro 
  cuyas arrugas me hablan 
  del tiempo y de la tierra. 
  Marcho 
  y voy con los ríos 
  cantando 
  con los ríos, 
  ancho, fresco y aéreo 
  en este nuevo día, 
  y lo recibo, 
  siento 
  cómo 
  entra en mi pecho, mira con mis ojos. 
  Yo soy 
  yo soy el día, 
  soy 
  la luz. 
  Por eso 
  tengo 
  deberes de mañana, 
  trabajos de mediodía. 
  Debo 
  andar 
  con el viento y el agua, 
  abrir ventanas, 
  echar abajo puertas, 
  romper muros, 
  iluminar rincones. 

  No puedo 
  quedarme sentado. 
  Hasta luego. 
  Mañana 
  nos veremos. 
  Hoy tengo muchas 
  batallas que vencer. 
  Hoy tengo muchas sombras 
  que herir y terminar. 
  Hoy no puedo 
  estar contigo, debo 
  cumplir mi obligación 
  de luz: 
  ir y venir por las calles, 
  las casas y los hombres 
  destruyendo 
  la oscuridad. Yo debo 
  repartirme 
  hasta que todo sea día, 
  hasta que todo sea claridad 
  y alegría en la tierra. 

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