martes, 24 de enero de 2017

La marcha verde, esperanza y desafíos



El taxista que me llevaba a tomar el metro, para ir a la marcha del domingo 22 de enero del 17 me dijo:  “ya no voy a marchas, todos ésos que están en el poder marcharon conmigo muchas veces en tiempos de Balaguer y mírelos ahí donde están, muchos de ellos son el motivo por el que usted va a marchar”. No niego que le echó un jarro de agua fría a mi entusiasmo, pero le contesté:"tiene razón pero no podemos parar de indignarnos, es el primer paso, la indiferencia nunca ha cambiado nada.

Recuerdo a Stephane Hessel y su llamado a la indignación a la que sigue el compromiso para acometer el desafío que motivó tal indignación. Los acontecimientos recientes han indignado este país que permanecía en el letargo, la comodidad o la indiferencia. Todos los gobiernos elegidos democráticamente después de Bosch han abusado del pueblo, han usufructuado el dinero para beneficio en demasía de algunos ministros, colaboradores o empresarios ligados al gobierno. La ciudadanía contempla y especula pero no tiene mecanismos para desarticular ese entramado corrupto. Los poderes ejecutivos de todos esos gobiernos se han ocupado de atar a sí  mismos a los poderes judiciales y legislativos de turno.

La corrupción es una enfermedad que ha atacado a muchos estados latinoamericanos de forma estructural  y dado que la corrupción del pequeño solo se da si el grande lo permite, se crea una cadena donde si es denunciada (no siempre por honestidad) te puede caber hasta pena de muerte. Más aun, de una forma u otra todos participamos, en mayor o menor magnitud de este sistema corrupto diseñado para tapar la boca a todo el mundo.

 Si no puedes con el enemigo súmate él dicen algunos. La connivencia ha sido también otro mecanismo para poder lidiar con este monstruo de siete cabezas imposible de liquidar. Sin embargo, la indiferencia, la impotencia o el conformismo que hemos padecido en demasía, ha dado más oportunidad al desarrollo de este ogro que es la corrupción.

Todos los gobiernos se van pasando sus problemas y se van guardando las espaldas unos a otros respetando el lema “hoy por ti mañana por mí”. Este pacto implícito ha impedido que uno se arriesgue a procesar a otro, he aquí la impunidad, con algunas honrosas excepciones convenientes, que se han sacrificado por el bienestar y estabilidad de sus amos.

En fin que estamos metidos en este sistema público que funciona por las iniciativas privadas: salud, educación, agua, electricidad, seguridad, lo cual marca más aun la diferencia entre los más pobres y los pudientes. El dinero, que supuestamente tiene que asegurar todos estos servicios para todos por igual se va en el enriquecimiento “ilícito pero legalizado” a veces, de personas afines al gobierno de turno.

Han pasado tres partidos por el palacio y los tres han actuado de forma parecida, pareciera que el que está abajo es honesto porque no puede ser de otra manera, no por convicción ni principios. Enseguida alguien tiene poder se convierte a la religión de la corrupción, que le asegurará más poder y dinero siempre y cuando deje a otros participar.


Pues sí, necesitamos indignarnos, no podemos seguir contemplando el panorama como si todo esto fuera normal, no podemos seguir siendo un eslabٕón silente de la cadena. Nunca antes que yo recuerde se había dado una grandiosa marcha que aunara tantas diversas tendencias y sectores sociales. El desafío es mantener estos sectores unidos en ese objetivo y conscientes cada uno, de que la transparencia y la honestidad no son exigencias de conveniencia de los de abajo como hasta ahora ha sido. Más bien es asunto de principios éticos fundamentales para construir la democracia que queremos, no para alzarse con  el poder y entonces replicar los modelos anteriores en un ejercicio burdo de venganza.