miércoles, 15 de junio de 2016

Trastornos mentales y religión

Cometer un asesinato es un acto abominable. Cometer muchos asesinatos solo lo explica un enorme trastorno mental, aunque se esté o no  asociado  a un grupo terrorista. Los trastornos mentales tienen grados y también variadas etiologías y a veces combinaciones de ellas. Una de ellas es la educación y el componente religioso de la misma, que ha contribuido a tatuar unas creencias  sobre el ser humano que a veces lo vuelven enemigo de sí mismo y de otros.

Todavía hay grupos cristianos no católicos y católicos que utilizan la palabra conversión, no para nombrar un cambio desde menos consciencia a más consciencia, o desde menos libertad a más libertad, o desde  más apegos a menos apegos, sino un cambio de una religión a otra o de unas prácticas religiosas más flexibles a otras más estrictas. Recuerdo cuando era pequeña, se usaba una estrategia de conversión que se llamaba “Las misiones”, que se basaba en la creencia por ejemplo, que los chinos en la China, eran impíos porque eran budistas y había que convertirlos. Brigadas de occidentales viajaban a oriente a pasar penurias bajo la creencia de que había que conquistar almas para el cielo, donde supuestamente solo había almas cristianas.

Entonces, es verdad que ha existido en algunas religiones este afán de conquistar paganos. Parte de este empeño puede explicarse en que siendo las creencias religiosas algo tan subjetivo, mientras más personas crean lo mismo y de la misma manera, más seguridad se sentirìa en la creencia de que tanta gente no puede estar equivocada. Otra razón  para emprender la conquista es el deseo de uniformar la sociedad en cuanto a costumbres y valores que haría supuestamente más fácil la convivencia social y el control. Esto último añade el ingrediente del poder y por tanto del sometimiento.

La religión cristiana, por ejemplo, asume unos ideales de vida que se convierten en la aspiración máxima de todo correligionario, ideales no siempre alcanzables debido a la condición humana. Algunas almas quedan frustradas por no poder cumplir con estas normas y exigencias. Vienen las culpas y con ellas la búsqueda de culpables, los abatimientos y las tristezas. Un alma que ha sido sometida de forma continua a alcanzar una medida imposible  tiene dos alternativas: la frustración  o la evasión.

La verdadera humildad trata de mirar de frente y con tranquilidad, tanto las potencialidades como las limitaciones humanas, y esto contribuye con la salud mental. Por eso Jung dice que la humildad es una condición básica para las relaciones comunitarias humanas. Nada tiene que ver con humildad un espíritu frustrado y acongojado. La humildad es una virtud relativa a lo humano, tanto que ambas palabras tienen la misma raíz,  pero en algunas agrupaciones cristianas humildad se ha confundido con minusvalía. Por su parte la evasión es una acción por medio de la cual bordeas tu realidad y te colocas en un mundo ficticio y mitómano, donde al primero que hay que mentir, es a uno mismo.

La Espiritualidad desde Abajo, enfoque espiritual propugnado por el monje benedictino Anselm Grun entre otros, “toma muy en serio la terrenalidad del ser humano”. Mientras que la Espiritualidad desde Arriba, es decir desde los ideales  busca someter y dominar las pasiones humanas, la otra busca reconciliarse con ellas, entender su lenguaje cifrado. Y no es que son negativos los ideales, ya que ellos señalan metas y utopías que animan el caminar,  sin embargo su peligro consiste en empecinarse con los ideales  y llegar hasta el autocastigo y la amargura para poder alcanzarlos.

Las religiones (o partidos políticos), sus exigencias y obligaciones a toda costa (aun obviando la condición humana), invitan a veces a surcar la vida en un cohete. Tanto la tendencia frustratoria como la evasiva, contribuyen a generar trastornos mentales, que se fraguaron detrás de los errores y sentimientos  escondidos o retorcidos para evitar que salieran. Si la religión ha de ayudar a un crecimiento espiritual debe contar con lo auténticamente humano  y nada de esto le debe ser ajeno.

He conocido personas sometidas a una educación religiosa muy normativa y férrea que combinada con otros factores les han producido trastornos, no al colmo de matar, pero si mucha agresividad, intolerancia y miedos. Sin embargo he conocido muchas personas que fruto de una educación espiritual bien llevada y acompañada han crecido humanamente, se han hecho más compasivas y tolerantes, han construido el sosiego en su alma, no producto de la evasión, sino de la comprensión de que Dios es amoroso con todos y cada uno y hace llover y salir el sol sobre todos y cada uno sin distinciones  de nada. Por tanto es posible mirarte tal cual eres y mirar a los otros sin juicios separatistas, ni espadas flamígeras, mirar a los otros como Dios los ve.