miércoles, 2 de diciembre de 2015

Católica-distancia-cardenal

Soy católica de tradición y educación, y también por opción de aquellos elementos fundamentales del cristianismo, sobre todo los que tienen que ver con el amor  entre todos los seres humanos y los ideales de paz y justicia para hacer posible la dignificación de cada ser humano.

La religión es una manifestación cultural y espiritual,  que reúne entre sus ideales y prácticas los deseos de trascendencia, los anhelos y esperanzas  que tiene una comunidad para sí misma y para cada uno de sus integrantes. La religión cristiana es la que profesa  la mayor parte de los habitantes de esta media isla y está fundamentada en el amor y la dignidad del ser humano. Según nuestra religión todos somos hermanos, iguales, tenemos un mismo padre-madre Dios, con quien compartimos la divinidad.
 
Soy católica, pero antes  soy humana y ciudadana, esto quiere decir que todo lo que atañe a las luchas políticas o sociales que libran los seres humanos para lograr espacios de respeto y convivencia digna, así como de desarrollo de  todas sus dimensiones me importan. Como cristiana me sirve de inspiración constante el mensaje de Jesús de “ámense los unos a los otros como yo los he amado” o el mandamiento más importante “amar a Dios y al prójimo como a ti mismo”, aunque sea tan difícil dada nuestra condición humana.

Muchas veces las instituciones, para mantenerse en pie se hacen rígidas y pierden así la esencia o razón de ser de su existencia. Jesús nunca tuvo idea de crear una religión, sus seguidores más próximos crearon comunidades para vivenciar los mensajes que habían oído de Jesús y luego de sus discípulos. Nuevos aires oxigenan la iglesia católica, esta institución piramidal ya milenaria apegada a modos, normas y  reglas, algunas ya obsoletas, que solo buscan mantener el status quo de sus integrantes más prominentes, y que a veces ha perdido capacidad de respuesta ante las  necesidades humanas.

Me decía un pariente a propósito de mis críticas a las declaraciones del Cardenal, que no me tocaba como católica criticarlo en público. Pues sí, pienso que ya es hora de que nos distanciemos de toda declaración o planteamiento que sea discriminatorio, prejuiciado, iracundo. Pero sobre todo que hagamos llamados de atención cuando la iglesia católica no cumpla con su deber de: defender a los más vulnerables (los que sean), atacar la corrupción que tantas vidas humanas reduce a la indigencia y la miseria y coloca a unos pocos en una situación de poder inderrumbable, cuestionar la mala e injusta administración y distribución de los recursos que nos pertenecen a todos.

Los católicos tenemos que pedir que cese el concordato, que pone a la iglesia en condición de privilegio y por tanto limita su capacidad de reclamo ante los desmanes del gobierno de turno. 

Cada ser humano,  debe encontrar acogida, comprensión y protección bajo esa sombrilla grande de la iglesia, como sin  duda la han encontrado  a lo largo del tiempo y en muchas latitudes muchas personas en pequeñas células eclesiales, aun a pesar de la jerarquía. Cada miembro de la iglesia debe mirar humanos, que si pecadores? quizá, sí, como los de aquel tiempo de Jesús, como en todos los tiempos, como somos todos, unos más disimulados que otros.