sábado, 24 de mayo de 2014

Madres de refuerzo

 Mientras  las madres biológicas  trabajan, estudian, emigran, mueren o se enamoran, emergen otras madres que ocupan temporalmente su lugar, sea por algunas horas al día, por  meses o por temporadas indefinidas.  Algunas son abuelas de los críos, otras tías o hermanas mayores. Las hay vecinas y también las hay sólo mujeres de buena voluntad. Estas últimas del campo o la ciudad han desempeñado un importante rol en el desarrollo de muchos niños y de muchas madres. 
Hubo una época en nuestro país en que algunas mujeres se trasladaban del campo a la ciudad y colaboraban con los trabajos de una casa de familia sólo por la comida y el techo. Allí se internaban hasta que el tiempo, la costumbre  y el roce cotidiano les hacían creer que amaban más a esa gente que a sus propios familiares. Las había que renunciaron a tener sus propias familias asumiendo como suyas a las de adopción.
Esas mujeres se convirtieron en madres de refuerzo  mientras que las madres de verdad alimentaban otra cría, atendían el marido, se vestían para ir a trabajar o hacían algún otro oficio casero. Esas mujeres hicieron un trabajo como si no lo fuera, porque muchas quedaron enganchadas en el amor que brota en casi todas las mujeres cuando entran en contacto con una criatura.
Quiero agradecer a Ana Digna, Ceferina y Dolores,   por la contribución que hicieron al enriquecimiento  de mi acervo cultural. Gracias a ellas fue ensanchada mi imaginación con cuentos y leyendas. Gracias a ellas aprendí refranes, oraciones  y dichos populares.  Acompañada de una de ellas visité el río de mi pueblo varias veces y capturé pececitos de colores con sacos que al tiempo los traspasaba a frascos de aceituna. En ellas me refugiaba cuando me metía en problemas con mis padres. Ellas complacían antojos de comidas y dulces a deshoras. Eran paño de lágrimas cuando peleaba con alguna amiguita o confidentes cuando me enamoraba.
Quiero agradecer a  Lola,  Marta, Altagracia, Aracelis,  Zenaida,  Claudia, Fior  y otras,  por la valiosa ayuda que me ofrecieron en la educación de mis hijos a lo largo de 20 años.  En cada momento de la vida de ellos tuve la suerte de contar con la ayuda de mujeres que hicieron más rica y segura su existencia. Una madre no solo es madre de un hijo sino de varios, es esposa, profesional, estudiante, ama de casa. Estas mujeres fueron mi mano de derecha en la nutrición de mis hijos, en la variedad de sus juegos, en su  cuidado y su higiene. Con cariño asistieron a cada etapa de su crecimiento y aunque era un trabajo parecía no pesarles.  
Siento mucho si la experiencia de algunos lectores ha sido diferente,  pero nadie puede negar que siempre ha habido alguien que ha  metido su mano para ayudarnos a ser madres, mejores madres.
Madre biológica sólo hay una,  es importante sentirnos amados de forma especial, saber de dónde venimos, a quién nos parecemos. Es importante que alguien paute la educación de los hijos y haga un diseño de su educación. Pero también es necesaria la presencia de otros modelos maternos que representen la diversidad en la manera de expresar el amor y de conectarse con el mundo. Mujeres que ofrezcan escapatorias y salidas airosas a situaciones difíciles, alternativas de respuesta a este mundo complejo.
En fin gracias a todas aquellas mujeres que aun sin que las contrataran para eso colaboraron en nuestra educación y en la de nuestros hijos. Gracias a todas mis maestras y a las maestras de mis hijos, a quienes el amor por la educación las convirtió en madres de muchos hijos.