domingo, 20 de abril de 2014

Compartir la alegría

Descubrir qué es lo que verdaderamente disfrutamos, lo que ciertamente nos gusta y deseamos, para no quedarnos eternamente en el anhelo. Desandar nuestros pasos y llegar por allá cuando teníamos  5 años y todavía no nos arropaban los condicionamientos, cuando todavía eran graciosos nuestros gestos y  originales nuestras expresiones, cuando aún se nos perdonaban las travesuras o eran motivo de risas nuestras ocurrencias. Viajar al pasado solo para iluminar el presente, en cualquier edad, en la que actualmente nos pille la consciencia. Retomar la alegría a partir de lo que en esencia nos la enciende.

Los motivos son importantes, ¿por qué esto y no aquello? Creo que en el fondo debe estar la alegría, y si esta alegría resulta auténtica buscaremos modo de compartirla, y de ñapa más alegres,  exponencialmente alegres nos sentiremos si logramos despertar en la otra persona el propio sentimiento. Por ejemplo,  si nos gusta  cocinar  compartiremos la alegría de hacerlo por las personas que queremos y nos sentaremos a la mesa a degustar  con ellas los platos que hemos preparado, la alegría se duplica. Por el contrario si cocinar es una pesadilla, satisfaceremos   el apetito y observaremos  con actitud de víctima  a nuestros comensales engullir los alimentos.

Podría ser que no nos guste cocinar y que nuestra alegría auténtica consista en nutrir a otros. Sin embargo, atención, porque en este último caso pudiera perseguirse en el fondo  un deseo de reconocimiento, agradecimientos y cumplidos. Otras veces alimentar a otros puede ser sencillamente la ejecución de un rol que no necesariamente se hace alegremente, pero que puede asumirse como deber de dos posibles maneras: o con resistencia  o con fluidez. La segunda es más saludable para todos. 
   
El asunto es que la inclinación a que ciertas cosas y no otras, nos produzcan alegría es personal y viene con nosotros, pero también es aprendida. La cultura nos muestra la paleta de posibilidades y nosotros pulsamos según nuestras naturales inclinaciones. Otras veces la cultura nos doblega y nos obliga a elegir lo que conviene o aquello que la usanza o las buenas costumbres  dicta. La alegría de este modo queda  secuestrada. Pero  ¿qué  mejor aprendizaje que compartir  la alegría de los otros y convertirla en nuestra propia alegría, es decir que tu alegría provocara en mí auténtica alegría?

No es fácil identificar lo que nos produce alegría y satisfacción de modo auténtico, aquello que en el mismo curso de la acción queda recompensado. Aquello que no necesita premios ni palmaditas en la espalda, sino que brota como necesario manantial del mismo centro de la tierra y que a la vez produce vida y alegría.

La vida debería resultarnos apetecible la mayor parte del tiempo, para ello hay que afinar los sentidos, ampliar nuestros registros, saber elegir  lo que sintoniza con nuestro espíritu. También hay que saber pasar los desiertos de la vida con sentido del humor y con la conciencia de lo pasajero. Pero siempre, siempre, compartir, que es lo que nos humaniza  mutuamente a través de todos los gestos y símbolos de que disponemos los humanos. Compartir para dividir y restar la tristeza y también  para sumar y multiplicar la alegría.

    

domingo, 6 de abril de 2014

Las contradicciones y la espiritualidad desde abajo

Una contradicción es, una afirmación y una negación que se oponen una a otra y recíprocamente se destruyen (dic.RAE). Se supone que en la medida que vamos madurando de verdad, es decir que la conciencia va evolucionando, las contradicciones amainan, sin querer pretender que desaparecen del todo. Ellas, son naturales a todo ser humano, sobre todo a aquellos que por efecto de la educación, la moral o la religión han recibido cartas de buenos modales, reglas de comportamiento o ideales de perfección de sí mismos.

Unas cosas decimos y otras hacemos contrarias a las primeras, y esto sin ànimo de decir mentiras, que eso es otra cosa. Decimos lo que dice la regla, el ideal, hacemos lo que la necesidad nos demanda y a veces con inconsciencia tal que si algún intruso viene a decirnos, "pero tú habías dicho que habías dejado el dulce?" contestamos "yo? , bueno, eso serà en general pero otra cosa es el dulce de coco". Y es que la negación se hizo en un contexto y respondió a un deseo de un momento ya olvidado y la afirmación se hizo con otro deseo de por medio. Ni cuenta nos hubiéramos dado a no ser porque, alguien que lleva anotaciones nos lo recordó. El ideal para la salud y la figura es abstenerse del dulce, la realidad es que nuestro cuerpo nos pide dulce. Por tanto hay que conciliar.

Cuentan los griegos que Icaro quiso volar cerca del sol con alas de cera y se les derritieron,  por lo cual cayó a tierra decepcionado y herido. Esto nos pasa cuando queremos vivir encaramados en un ideal de nosotros mismos, nos culpamos a cada rato de no poder cumplir con el parámetro  designado. La salida de algunos es vivir anestesiados en las alturas y en los abismos, pero de esta forma la vida se nos va sin darnos cuenta. La salida de otros es vivir presa de sus caprichos, sin honor ni ética alguna. Pero hay otra opción y es palpar nuestra realidad con humildad sabiendo que hay unos ideales, pero que existe un camino que pasa por mirar las sombras y reconciliarse con ellas. Dice Carl Jung  "parecen pecados contra la naturaleza tanto encubrir los defectos como vivir exclusivamente en un complejo de inferioridad".

Volvamos a  las contradicciones que son los subterfugios que evidenciamos de esta lucha de querer ser y no ser en el preciso momento que lo queremos. Una de mis contradicciones más inocuas, se relaciona con el tema de la hora. Ser puntual no es parte de mi naturaleza, sin embargo estoy forzada a serlo por asuntos laborales, hay que dar el ejemplo y respetar el tiempo de los otros. Me dí cuenta de la situación que les cuento recientemente: mi reloj de pulsera está perpetuamente retrasado, (es una manera de autoengañarme diciéndome que todavía tengo tiempo), pero miro el reloj de mi celular que me da la hora correcta que me obliga a acelerar a última hora. Contradicciones, si comienzo a buscarlas encuentro docenas. 

No hay otra forma de evolucionar que asumiendo "una espiritualidad desde abajo" como la ha llamado Anselm Grun, en contraposición con una espiritualidad desde arriba. Esta última nos coloca unos ideales que nos dinamizan hacia su encuentro, pero también nos llenan de tensión y a veces de orgullo pensando que por nuestra propia voluntad vamos a poder alcanzarlos, cuando se trata de un camino, durante el cual humildemente y con la ayuda de Dios hacemos continuos ajustes entre la realidad propia y el ideal.  Las contradicciones podrían ser menos patéticas si sencillamente miramos las situaciones y nosotros en ellas con ojos más compasivos y a la vez conscientes.