Con cierta frecuencia escuchamos afirmaciones como éstas: “este país no tiene
salida”, “los políticos son todos unos corruptos”, “si tuviera los medios me
fuera de aquí, esto va de mal en peor”, “la clase media no tiene esperanza de
mejoría, al contrario está cada día más estrangulada” y muchas otras como
éstas.
Me niego a suscribir todo esto. Hago de cuenta que es una forma
hiperbólica de expresar los sentimientos de frustración. Me resisto a caer en
la desesperanza y a dar por perdida la batalla contra las autoridades y por la
democracia. Todavía creo que los ciudadanos tenemos algo que aportar para construir el país que queremos. Sin embargo
nos vemos amenazados por unas creencias y unas actitudes que son como unos diablitos
culturales que atentan contra la
sensatez.. Algunos de los rasgos de nuestra cultura que tenemos que poner a
prueba de buen juicio son:
-El autoritarismo,
responsable de que algunos problemas no puedan ventilarse con transparencia y
que por tanto no lleguen a solución consensuada y respetada
-El compadrazgo, y
el amiguismo, que limita la efectividad y condiciona la institucionalidad.
-El inmediatismo que impide que las
planificaciones a mediano y largo plazo sean respetadas por los
gobiernos que se suceden.
- La política partidista como único modo de acceder
al poder y que obstaculiza la implantación de un nuevo orden.
- El hambre
histórica que induce cada vez a nuevos hambrientos a comer sin compasión y a
guardar por si las moscas.
- La miseria como cultura, que no conoce otra cosa
que “el dao” y su compañero el
clientelismo como recurso para ganar votos y mantener el poder secuestrado.
-El individualismo y el sálvese quien
pueda.
-El burocratismo
que hace creer que se trabaja, pero su
trabajo consiste en entorpecer el trabajo de los que trabajan.
-El capitalismo despiadado y con poca regulación
estatal donde los peces gordos se comen los pequeños con facilidad y sin
compasión.
-El antihaitianismo como una bandera de patriotismo,
mientras se tolera por un lado el tráfico
de personas en la frontera para cobros de peajes sin control y por el otro se permite el empleo
de mano de obra barata sin regulación. Todavía
arrastramos prejuicios y hacemos juicios
de valor a base de cuentos de abuelas
que se repiten de generación en generación y de pueblo en pueblo.
Cada uno de esos atrasos culturales y otros más, endémicos
y estructurales, primero tienen que ser examinados, nombrados y
reconocidos. Hace falta educarse, crecer y madurar, desde el sistema político,
pasando por las instituciones y llegando a los individuos. Lo más fácil de todo
es quedarse atrincherado en las creencias y actitudes del pasado que nos hacen sentir cómodos por la
costumbre, pero que ya no sirven para entender y vivir en este mundo. La
convocatoria a exorcizar estos diablillos culturales tiene que ser iniciativa
de todos y cada uno.