Me niego a suscribir todo esto. Hago de cuenta que es una forma
hiperbólica de expresar los sentimientos de frustración. Me resisto a caer en
la desesperanza y a dar por perdida la batalla contra las autoridades y por la
democracia. Todavía creo que los ciudadanos tenemos algo que aportar para construir el país que queremos. Sin embargo
nos vemos amenazados por unas creencias y unas actitudes que son como unos diablitos
culturales que atentan contra la
sensatez.. Algunos de los rasgos de nuestra cultura que tenemos que poner a
prueba de buen juicio son:
-El autoritarismo,
responsable de que algunos problemas no puedan ventilarse con transparencia y
que por tanto no lleguen a solución consensuada y respetada
-El compadrazgo, y
el amiguismo, que limita la efectividad y condiciona la institucionalidad.
-El inmediatismo que impide que las
planificaciones a mediano y largo plazo sean respetadas por los
gobiernos que se suceden.
- La política partidista como único modo de acceder
al poder y que obstaculiza la implantación de un nuevo orden.
- El hambre
histórica que induce cada vez a nuevos hambrientos a comer sin compasión y a
guardar por si las moscas.
- La miseria como cultura, que no conoce otra cosa
que “el dao” y su compañero el
clientelismo como recurso para ganar votos y mantener el poder secuestrado.
-El individualismo y el sálvese quien
pueda.
-El burocratismo
que hace creer que se trabaja, pero su
trabajo consiste en entorpecer el trabajo de los que trabajan.
-El capitalismo despiadado y con poca regulación
estatal donde los peces gordos se comen los pequeños con facilidad y sin
compasión.
Cada uno de esos atrasos culturales y otros más, endémicos
y estructurales, primero tienen que ser examinados, nombrados y
reconocidos. Hace falta educarse, crecer y madurar, desde el sistema político,
pasando por las instituciones y llegando a los individuos. Lo más fácil de todo
es quedarse atrincherado en las creencias y actitudes del pasado que nos hacen sentir cómodos por la
costumbre, pero que ya no sirven para entender y vivir en este mundo. La
convocatoria a exorcizar estos diablillos culturales tiene que ser iniciativa
de todos y cada uno.